Recién estaba cocinando, un poco ofuscada con
estos días que vengo teniendo, con estos momentos de sentir que la vida se me
pone un poquito más cuesta arriba. En realidad no es la vida que se pone cuesta
arriba, es mi fuerza que no puede estar todo el tiempo en su tope, es mi estado
de ánimo que tiene todo el derecho del mundo a no ser el óptimo siempre. Pero
las sagitarianas somos un poco así, o todo o nada.
Y mientras me sobreponía al desgano de no
cocinar y me auto-mimaba con unos zapallitos revueltos con un ají bien amarillo
lindo y especias ricas pensé cuán egoísta estaba siendo con el universo hoy.
Hoy fui mamá por un ratito, y eso debería hacerme sentir más que feliz. Hoy me
tocó acompañar a un niño que será “Manu” en un momento bastante importante
en su vida.
Hoy empezaron las clases, y como símbolo del
paso del jardín a primer grado, los nenes que entraban a primer grado se iban
para el jardín (que queda a una cuadrita caminando por un caminito de cemento
por el parque) y la idea era que una vez que estén todos vayan caminando con
sus padres hasta la puerta del primario y los reciba su maestra y todos los
alumnos de los otros grados.
Sin querer presencié este momento a la mañana
y me pareció hermoso. Los niños felices de comenzar una nueva etapa, los padres
aún más. Algunos lloraban mucho, eran dos o tres no más, no querían abandonar a
sus mamás. Llegado el turno tarde decidí presenciarlo ya que podía, me quedé
viendo como entraban todos los grados: padres entusiasmados con sus hijos,
acompañándolos en este nuevo año que comienza, y los de primer grado iban
pasando para jardín.
En ese mismo momento la directora de primaria,
mi amiga cómplice, me dice “Sil, la mamá de este nene no se pudo bajar del
auto, ¿no lo acompañas a jardín?” Y ahí estaba Manu, un piojito que no sabía
para dónde ir, al lado de una chica el quíntuple de alta que él (yo) que no
sabía quién era. Lo primero que hice fue darle la mano y preguntarle cómo se
llamaba y en silencio empezamos a caminar.
Presentí que Manu sabía un poco qué pasaba, el
veía que todos estaban con sus mamás, abuelas, abuelos, papás, pero nadie estaba
con una desconocida. Cuando fui cruzando el camino sabía que la gente que no me
conoce estaba convencida que ese era mi hijo.
Llegué a jardín y busqué a
alguien para que se quede con él, pero no quería dejarlo solo y no encontré a
nadie. Nos quedamos ahí esperando, me contó que había ido a un jardín en Villa
Elisa, que tenía muchas ganas de empezar primer grado. Le costaba mirarme con
esos ojos esmeralda que tenía. Debía estar nervioso, pero no me soltaba la
mano.Cuando me la soltó fue porque la mochila le
pesaba mucho, se la saqué de los hombros y le expliqué que estaba mal regulada,
por eso le dolía tanto un hombro. Se la acomodé y la dejamos en el piso para
esperar que nos tocara ir a primaria. Le pregunté si quería ir solo, con sus
compañeros, pero me dijo que no con la cabeza. Después de todo, yo tampoco
estaba dispuesta a dejarlo.
Cuando vino la directora a decirnos que
podíamos pasar, fui con Manu de la mano caminando, le conté que ahora nos
íbamos a encontrar con la maestra y que los nenes de segundo y tercer grado nos
esperaban. En la filmación debo haber aparecido con Manu de la mano, como su
compañera para ese momento. En el momento que estábamos llegando creo que se
dio cuenta que la mano que lo sostenía no era la que él quería y me soltó,
quiso ir a ver cómo era su maestra, quiso despegar como lo hubiera hecho de su madre.
¡Con las ganas que buscaba la cara de Gaby! (su
nueva maestra) ya casi entrando le charló a un compañerito y me puse contenta.
Me faltó darle un beso y un abrazo a Manu, y desearle suerte. Pero por suerte
estuve ahí, para acompañarlo y no soltarlo mientras él lo necesitó.
Yo,
después de todo, hacía tiempo que le venía pidiendo al universo que alguien se
de cuenta que estaba necesitando un poquito de amor.
Mañana seguramente pase a saludarlo, a
preguntarle cómo le fue. Creo que mi día no fue tan malo, quién
te dice me hice un nuevo amigo.

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