domingo, 30 de marzo de 2014

Mi Veci

Si estuviera allá seguramente sería una de las primeras noches de frío. Porque pensá que cuando acá estas de short y bucito allá estas de largos, medias y camperita. Y las manos se te ponen fresquitas y el ruido del mar lo hace más frio todo pero a la vez tanto más romántico. Y seguramente a esta hora, después de todo un día de no trabajar me iría a lo de “la veci”. Mi primer amiga ahí en La Caleta. Los primeros vecinos, el primer “approach” a la vida en barro.

Cuando fuimos la primera vez a comprar el terreno y frenamos a mirar estaba "el Fabi", con mucho pullover, era invierno, un gorro de lana, como siempre, porque Fabi siempre tiene un gorro puesto. Lo tenía a upa al Nehui. Atrás, la casa sin la cocina y mucho humo que salía de la chimenea. Y ahí creo que nos vimos un poco nosotros, haciendo esa vida tan tranquila, tan pancha y (¿)feliz(?).

Hermoso, hermoso hermoso. Entonces, como ellos no tienen trabajo con horarios, nada de eso, son muy pocas las veces que tienen obligaciones estrictas, generalmente son modificables. Eso no quiere decir que no las tengan, las tienen, pero a otro nivel y en mucha menor cantidad.

Pero la cuestión es que en un día fresquito como hoy me iría a lo de la veci, que seguro tiene la cocina económica tan hermosa que siempre nos abrigó, siempre, prendida para hacerme un mate. Un mate con sabor a “veci.” El mate de la veci siempre tenía yuyos, pero yuyos cosechados de ahí, ¡qué dietética, ni dietética! Manzanilla, cedrón, menta, tilo… miel al agua y ¡unos mates tan ricos! Siempre mate, siempre, con ese sabor tan particular. Ir a lo de la veci me daban ganas de tener una cocina como la de ella. Hermosa, sana y natural. Una cocina que te gritaba que para ser hermoso no se necesita ser comprado. Que para tener onda no se necesitan gastar millones, sí se necesita tiempo, mucho tiempo. Todos los alimentos sanos, todo lo que se cocina en esa cocina tiene mucho de algo, mucho de esa otra parte experimental que tuve y tengo la suerte de vivir empecé a elegir.

Esa casa es un maestro en sí, con sus habitantes, con su historia, con su ser. Que me enseñó y mostró un mundo genial, me ayudó a regular mis deseos, a encontrar mi realidad.

La casa está hecha de barro y piedra y mucha madera. La cocina tiene el techo bajito, como en los cuentos, y es toda de madera. Y en invierno está calentito y en verano fresquísima. La barra nos separa, nos dejamos el mate cebado la una para la otra. Me sentaría en el sillón, enfrente de la veci. Ella siempre tejiendo y yo también. Desde antes que me fuera era nuestro sueño: “Ay veci,” me decía siempre ella, “mire cuando usted viva acá,los muchachos se vayan a pescar se lleven al Nehui y nosotras nos quedemos acá tejiendo.” La veci es grosa. Y ella pondría el agua, y nos pondríamos a tejer las dos. A veces ella hacía duendes, o pulseritas, o siempre algo nuevo. La admiro por su capacidad de entender tan rápido algunas cosas. Por tejer con el amor que teje.  Por sobreponerse como lo hace. Y charlaríamos hasta el cansancio, y nos contaríamos la vida entera, porque no debe haber habido nada más lindo que compartir esas tardes con mi veci. Donde de verdad, en esa casa que parecía de fantasía pero no lo era, se frenaba el tiempo, no había pasado, presente ni futuro, había paz, disfrutar y perder noción del tiempo y las obligaciones. Porque ir a La Caleta era eso, es eso.

Seguro que llegarían los muchachos, y nos pondríamos a cocinar algo bien rico. Porque ahí no se cocina más que rico y casero. Por ahí se irían a comprar unas birras, un quesito y unas aceitunas mientras el Fabi se amasaba unos panes, Mica cortaba unas verduras de la huerta y cocinábamos un exquisito pan relleno.

Y ya hace… como tres años que nos conocemos. Y ya hace como un montón que no los veo.

Y sí, el fresquito me hace dar ganas de estar en esa casa, abrigada de todo, envuelta en la nebulosa de la paz momentánea, del relax.

Yo le puse miel al agua, tengo un cedrón afuera que le pongo, manzanilla de dietética y algún otro yuyo más, pero al mate de la veci nada lo va a igualar.


sábado, 29 de marzo de 2014

Hamaca Amor

A simple vista parece una casa con un "poco" de onda. La casa de alguien que tuvo la genial idea de poner una hamaca en medio de su cocina. En vez de una banqueta, una hamaca. Y no es una casa con un "poco" de onda. Porque vos entrás a “La Colorada” y es como entrar en un mundo nuevo, simple y amoroso.

Porque la hamaca es la imagen de la infancia, del péndulo mismo en el que vamos. De ese vaivén que es la vida, esas idas, esas vueltas. Pero cuando te agarrabas de las sogas o cadenas e ibas bien rápido y parecías como un botecito en el aire. Piernas estiradas, espalda para atrás. Y mirar para arriba y ver el cielo. Que iba y venía.

¡Qué placer! Y para volver a tomar velocidad, las piernas para atrás y luego para adelante. Las hamacas siempre fueron mágicas para mí. Con ese simple movimiento se alcanzaban velocidades vertiginosas.

Mecerse.

Moverse, siempre estar en movimiento. No quedarse quieto por mucho tiempo en la contemplación. O practicar la concentración y contemplación en movimiento.

Cómo llegué a esa casa, es de un cuento, de esos cuentos donde la niña protagonista se va encontrando con amiguitos que la van ayudando a superar sus miedos, sus conflictos, que la van ayudando a alcanzar objetivos, cumplir sueños, mantener siempre prendida la llama de la ilusión y la verdad.

Y toda la gente que me encontré hoy ahí es un poco eso. Son el hombre de ojalata, el león y el espantapájaros de "El Mago de OZ." Son la oruga, el relojero loco, el conejo, el gato de "Alicia en el País de las maravillas." Son esas personas que aparecen, te dan un empujón, comparten, disfrutan. Dotothy se encuentra con sus tres amigos y van todos juntos a buscar al Mago de OZ para que les de un corazón, coraje y un cerebro. Nada más ni nada menos. Y ella, volver a su casa. Nada más ni nada menos.

Hamaca y amor.

Y así vamos por esta vida, en una hamaca que va y viene, en una película donde por suerte se nos van sumando compañeros de amor hermoso, de compañía y de luz.



viernes, 21 de marzo de 2014

La escuela del alma

"Hoy voy a volver a vivir el no saber nunca qué me estaba deparando la vida con vos."

Mencanta cuando las palabras me representan tan bien, mencanta cuando me salen así, porque entonces todo se hace más fácil. Hay algo de poner en palabras que aliviana el plano del pensamiento, es una etapa más del proceso. ¿O será que habla el alma? 

Claro que el alma habla y el alma necesita transmitirle al plano que la rodea lo que está sintiendo, lo que le esta pasando. Porque el alma tiene que ser amiga de todos los planos: del discursivo, del del sentimiento, del del universo, del amor, de la dicha; el alma necesita aprender un montón de idiomas y el paso por la vida debe ser un poco eso. Hay algunos que nacen sabiendo y otros que vamos haciendo cursos, que vamos capacitándonos. Algunos hacen la más organizada, van pasando por las etapas una a una, otros van salteando, entonces después pueden volver. Algunos repiten la misma materia, porque en la escuela del alma hay colegios para gente que tiene que dar solo una materia, hay otros para quienes quieren hacer todas, todas, todas las materias como yo, hay otros que quieren solo dos o tres. Lo que tiene la escuela del alma es eso, que no hay un orden establecido, que no hay un mandato, no hay un modelo, en la escuela del alma pareciera que no hacer las cosas como la "mayoría" las hace, como la sociedad terrenal nos invita, es hacer las cosas bien. Porque generalmente gracias al conflicto de querer caminar por otro lugar, de elegir otro camino es que descubrimos mundos nuevos. Sino siempre vamos por lo seguro, por lo conocido porque si lo caminó otro y salió vivo, entonces por acá está todo bien. 

Pero los caminos nuevos tienen tanto de caminos del alma. Tienen tanto de ir confiados de que siempre hay salida pero con la adrenalina de la exploración. De que es un viaje de aventura donde, si uno toma las precauciones necesarias, hay muy pocas chances de que no la pase bien.

En la escuela del alma no se entiende mucho. Al estar construyendo la propia manera de hacer las cosas, no hay mucho con qué comparar si estas "haciendo bien" si estas "haciendo mal." Una vez que entendés que no hay recetas y realmente lo sentís así, es todo medio raro algunas cosas no  dejan de ser tristes, ojo, re tristes, siempre está ese dejo, esa seguridad, esa paz de "todo va a estar bien"... "todo es para bien"...que se siente, ya no es un consuelo que te dan algunos, un cliché.

Todo va a estar bien, de verdad, porque en la escuela del alma no se desaprueba nunca.
Y siempre es un buen momento para empezar a estudiar.

Mis palabras deben ser tan claras porque expresión es mi materia favorita, y se ve que hace años que estuve aprendiendo idiomas para que mi alma pudiera hablarlos todos.

lunes, 17 de marzo de 2014

Honestidad de sentidos desplegada

Levanto el estandarte de la felicidad absoluta y celebro este jueves de maravillas.

Gran Cuervo no te separes nunca. Alfredo, te voy a extrañar.

Como todas las cosas en esta vida, esta banda de música, Gran Cuervo, se me presenta como una clara vida que viví y vivo, como un respiro de este todo que soy, como esa parte que puedo ser, tan feliz como el resto.

Un lugar que elijo vivir desde un observador mágico, casi omnisciente.

Gran Cuervo representa un amor que no tiene medidas y una realidad que es puerta de SALIDA.

Hoy después de casi dos años volví a ver esta banda en vivo. Me fui de viaje al más allá, a lo que cada uno de los integrantes de este todo representa y a lo que este todo ES.

Una conjunción de sonidos inigualables, que nada tienen que envidiarle a un recital en un maravilloso estadio. 

Una conjunción de miradas, de movimientos, de gestos que conjugan perfecto para formar el sujeto y predicado, la oración modelo para analizar.

Un modificador indirecto que es mi ser con respecto a todo lo que soy y estar ahí representa. 

Una realidad que no me es cotidiana, un momento donde dejo de ser yo en un 80%, o al revés, donde una Silvana Nace en su máxima expresión.

Comenzar a escucharlos fue recordar un tiempo pasado, un momento donde la liberación es ley, donde no perderse ningún costado de uno mismo parece ser la religión. Nota a nota mi cuerpo se estremece, mi cabeza pierde el control y mi peinado deja de ser el prototipo de la mujer prolija y arreglada.

Observé como hacía mucho no lo hacía cada movimiento, cada detalle que hace al todo, cada gesto que conforma eso que en vivo estaba siendo Gran Cuervo. Me acordé de cómo siempre de los siempres, generaron eso mismo en mí, mi escapada, mi refugio, mi honestidad de sentidos desplegada.

Pediré siempre que esto nunca desaparezca, porque la magia se produce, al menos entre este humilde ser y todo lo que esos cinco personajes generan. Es loco, porque no lo necesito todo el tiempo, son momentos donde sé que entro en un spa de sentidos, donde todo va a fluir solo, donde con tan solo estar parada ahí comienza un viaje.

Felicito. Aplaudo. Reverencio y agradezco. No sé cómo llegué acá, no sé cómo lo sostuve, en realidad para qué negarlo, el placer me mueve. Las sensaciones más sinceras que despiertan es lo que me hace saber, que era el plan perfecto.

Pensar que ellos casi ni saben quién soy, de dónde salí. Esas cosas que tiene el “arte” llegar a lugares impensados y no saberlo, o imaginarlo. Y el que disfruta ese “arte” quizá nunca tenga contacto directo con quienes crearon la maravilla.

A uno si lo conozco, y estoy segura que es otro maestro que se me apareció en esta vida para mostrarme este mundo, estas vibraciones y cómo resuena eso en mí.


La música mueve los órganos, el alma entera se reinventa al transitar en carne y vísceras un evento artístico.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Celebración

Al fin llegaron las respuestas que tanto estaba esperando.
Decido ser una región autóctona en mí misma y celebrar.

Celebrar todo el año
cual fiesta regional, cual energía lunar
que ya no quedan preguntas sin contestar.

Solo queda leer todos los libros que las contienen
todas las imágenes que las retienen
todas las voces que las expelen.

Celebraré que aprendí a vivir
celebraré que me enseñaron a sentir
celebraré que amaré a todos
y que a nadie quiero suprimir.

Celebraré con bailes, con bebida y música
yo misma decidiré cuál es la ofrenda
el símbolo, la sonrisa lúcida.

Qué comeremos, cómo brindaremos,
cuántos días durará el cielo eterno.

Las plegarias más universales y llenas de amor
los ritos más sanos plagados de color.

Llenaré mi alma, mi región
expandir mi centro y mi corazón.
Quien quiera recibir todo este amor
sabrá que sólo tiene que dejar ir la razón

Mis abrazos conocieron la sinceridad
mi alma la verdad
y mis ojos el camino de la paz.

Al fin llegaron las respuestas que tanto estaba esperando
sigo y seguiré llorando
sigo y seguiré festejando.
Sigo y seguiré buscando
pero esta vez ya sé por dónde voy andando
tengo un mapa y por suerte está en blanco.




martes, 11 de marzo de 2014

Una historia de amor, de locura y de suerte...

Había una vez una diva que movía su cabellera felizmente en un bar. Esa noche, cuando se estaba yendo, un dandy (a quien le pasó por al lado) no pudo evitar deslumbrarse con su brillo. Ella en ese momento, sin intención, sin el más mínimo interés, lo enamoró. Él con sus poderes de dandy profesional, de hombre de mujeres, de bufanda verde, despertó un interés que ninguno de los dos imaginó. Ese fue el comienzo de una loca historia, aunque quizá no tanto. Esa noche charlaron, tan solo eso. Se supone que algo debe haber existido entre estos dos personajes que provocó que él, el dandy, hablara, y ella, la diva, contestara. Intercambiaron lo que la modernidad de la época y las circunstancias imponían: sus e-mails. Nadie sabe cuáles fueron exactamente sus pensamientos esa noche después de ese suceso.

La historia continuó.
Ella no pensó y el escribió.
Ella respondió sorprendida a su petición: una invitación.
Pasaron los días y el destino los reencontró.
Pero esta vez el encuentro fue distinto, la charla no bastó.
El dandy y la diva se besaron: el principio de la canción.

Y así el intercambio de palabras tecnológicas siguió, el dandy puso en práctica todas sus técnicas, todos sus conocimientos para lograr el éxito de la seducción. Ella, la diva, no se resistió, pero tampoco perdió la cautela ni la precaución.

El primer encuentro llegó: los dos solos, un encuentro sin razón. Todo parecía superfluo, todo parecía normal, nada pronosticaba la lluvia de felicidad. Sin querer dijeron cosas que había que callar, sin querer se olvidaron de la mente y la oralidad. Así, en ese encuentro casual, comenzó lo que después ninguno de ellos sabría cómo caratular.

Quién sabe si el dandy se habrá puesto a pensar en aquello que por sorpresa un día le empezó a pasar. Se dice que la diva disfrutaba de tranquilidad, ella decía no tener ganas de vivir la realidad. Los dos estaban de acuerdo, de acuerdo en esperar, sabían que el tiempo a algún lado los iba a llevar. Lo que ellos no advirtieron es que luego sería muy tarde para mirar atrás. Se dice que trataron de no hacer explícito el sentimiento, que intentaron por todos los medios de permanecer despiertos. Se dice también que quisieron no empezar  a soñar, pero un día se dieron cuenta que acababan de despertar.

Ahí comenzó el problema ¿o la felicidad?
O quizá la alegría o las ganas de disfrutar.
Disfrutar.

Eso es lo que decidieron. Ya no les importaba si soñaban, si acababan de despertar, si venían de un viaje, si iban a volar, si despegarían algún día, si nunca iban a aterrizar; si querían vivir el cuento o querían tan solo escuchar. Tan solo les importaba comenzar a disfrutar. A pesar de esta decisión y el deseo de libertad los dos reconocieron que no accedían a olvidar. Ya era tarde, tarde para volver atrás. Ya se había empezado a crear lo que luego se transformaría en una especie de extrañar.

A medida que el tiempo pasaba no se pudo evitar que el dandy y la diva de sus vidas comenzaran a hablar. Era extraño, era loco, pero debía pasar. La estructura tecnológica acompañaba la relación, quizá se escuchaba alguna voz por el artefacto que nos revolucionó la comunicación. Los encuentros eran raros, eran una vuelta al reloj. La anfitriona era la noche y el desvelo la conclusión. La risa predominaba ante todo, era el motivo de continuación, divertirse lo era casi todo, pero también la pasión. Se dice que parecían dos niños sin razón. A pesar del crudo invierno y la insegura situación los personajes se quedaban congelados en un banco de plaza por el beso del amor.

Pero un día de esos tantos, esto no alcanzó, sus cuerpos comenzaron a sentir latidos y clamor. Sus cuerpos reclamaban un encuentro en soledad, sus cuerpos reclamaban la tan deseada intimidad. Antes habían tenido un encuentro de esa calidad, pero la desconfianza, el poco tiempo y las circunstancias no habían ayudado en esa noche experimental.
Así fue como la pasión creció y creció y ya no era solo diversión y conexión. Iba más allá de eso, cada vez perdía más la razón. Es obvio que en ellos quedaba (y se dice que queda) todavía esa veta de incomprensión, de no entender cómo todo en tan poco tiempo pasó. Ninguno quería asumir el transcurso del corazón, los dos tomaban la lógica como punto de expresión. También es obvio que ninguno de los dos se percató que había cosas incontrolables, había cosas que iban más allá de toda ecuación. Cualquiera que los veía creía en la esperanza y la ilusión pero el dandy y la diva se mantenían fieles a su profesión.
Los encuentros permitieron la charla y la discusión; permitieron que cada uno de ellos de a poco se quitara el caparazón. Lo que sus cuerpos aún no podían expresar lo expresaba la razón. Largas charlas fueron cómplices de esta intrincada relación.

Al fin llegó el día en que todo pasó, pero después de tanta espera ni a la diva ni al dandy conformó. Igualmente se dice que desde ese día algo cambió, la situación comenzaba a tener límites borrosos, a exigir integración. Los dos estaban perdidos en un camino divertido, pero que a la vez ninguno tenía definido. Ninguno sabía qué podía decir, ninguno sabía lo que el otro quería oír.

Aquí el miedo cambió y también la expresión.

Ahora el miedo era otro, ahora el miedo era la desilusión, ninguno quería permitir que esto arruine la ilusión. Entonces fue por eso que el encuentro ayudó, esa noche hablaron sus cuerpos aunque no con toda razón, ninguno de los dos podía desenvolverse del todo, destapar el corazón. Así fuera por su interior, por el contexto o la situación, todo no se entregó pero algo más habló.

Y así continuó, la diva, el dandy, la luna y el sol.

Los días pasaron, la pasión aún más creció. Cada encuentro era algo nuevo, descubrir un nuevo rincón. Los encuentros estaban llenos de sonrisas, de color, de palabras tontas, palabras serias que hacían de todo algo mejor. Se dejaban llevar por el tiempo y la conexión. Nada se sabía de ellos, de cada uno de ellos sin la relación. Decidieron confiar en aquello que alguna vez empezó. Él comenzó a confiar en ella y ella a olvidarse de la paz interior. Dejaron que sus cuerpos vayan más allá, decidieron dejar de pensar.

Y así fue como hoy algo nuevo creció. Se dice que todavía no habla del todo el corazón pero se los ve felices, se los ve con amor, si los ven por la calle fíjense, son dos: ella una diva, él un dandy y llevan bien guardado el secreto del amor.

No pudieron evitar ser atrapados por el gran artista, el gran perseguidor.

Hoy, el dandy, quien era libre en su mundo y gozaba de la seducción está, no sabe por qué, envuelto en un telón.


Y ella, la diva, quien gozaba de la pasión, la soledad y el descanso del amor quedó, de pura suerte con el dandy, su mundo y el deseo de un futuro sin sufrimiento ni dolor.

domingo, 9 de marzo de 2014

Llorar (con sonrisa)

Lloro porque puedo, porque mi cuerpo y alma se expresan a través del llanto. Llamemos llanto a una expresión del ser y no a la tristeza palpable que muchos poetas crean como medio por el cual el dolor se hace tangible.

Las lágrimas que nacen en nuestros ojos y nublan las más lindas visiones no siempre vienen a resultar de una catástrofe, de una mala noticia, de un fracaso o un pequeño desamor. Las lágrimas pueden nacer en nuestros ojos y morir en la sonrisa que esbozan nuestros labios. Las lágrimas salen para contarnos que la felicidad nos colma, o que el dolor nos inunda. Pero algo que sí es cierto es que -además de toda explicación científica de la creación de las lágrimas, de toda su derivación hormonal y demás- por momentos las lágrimas y el llanto parecieran ser el reflejo más fiel del estado del alma.

Lloro porque miro hacia atrás y veo que todo esta cambiando, que no quedé estancada en las voces del ayer.

Lloro porque me hacés llorar, de lindo, digo.

Lloro porque estoy "letting go" (dejando ir) pero del "bottom of my heart" (desde lo profundo del corazón), desde la ficha que cae sola, que por ser falsa entra en la máquina expendedora y sigue de largo, ni siquiera es registrada.

Lloro porque a veces duele mucho, lloro porque me enojo con el mundo, pero más lloro cuando el enojo es conmigo. Lloro un montón. Lloro cuando me enojo con el resto por estar en desacuerdo conmigo misma.

Lloro, siempre lloré. Hoy lloré, hoy lloré porque sentí que en ese llanto se iban tantas cosas, pero tantas; y lloré porque ese llanto le daba la bienvenida a tantas otras.

Lloro porque soy como mi "Yo" viéndome a mí misma orgullosa de poder haber aprendido algo -por más chiquito que sea- en este enorme camino.

Me gusta llorar, cuando es con sonrisa. Me gusta saber que mi alma quiere hablarme y contarme que esta bien. Entonces sí, lloro...


miércoles, 5 de marzo de 2014

Un hijo por un ratito: Manu


Recién estaba cocinando, un poco ofuscada con estos días que vengo teniendo, con estos momentos de sentir que la vida se me pone un poquito más cuesta arriba. En realidad no es la vida que se pone cuesta arriba, es mi fuerza que no puede estar todo el tiempo en su tope, es mi estado de ánimo que tiene todo el derecho del mundo a no ser el óptimo siempre. Pero las sagitarianas somos un poco así, o todo o nada.

Y mientras me sobreponía al desgano de no cocinar y me auto-mimaba con unos zapallitos revueltos con un ají bien amarillo lindo y especias ricas pensé cuán egoísta estaba siendo con el universo hoy. Hoy fui mamá por un ratito, y eso debería hacerme sentir más que feliz. Hoy me tocó acompañar a un niño que será “Manu” en un momento bastante importante en su vida.

Hoy empezaron las clases, y como símbolo del paso del jardín a primer grado, los nenes que entraban a primer grado se iban para el jardín (que queda a una cuadrita caminando por un caminito de cemento por el parque) y la idea era que una vez que estén todos vayan caminando con sus padres hasta la puerta del primario y los reciba su maestra y todos los alumnos de los otros grados.

Sin querer presencié este momento a la mañana y me pareció hermoso. Los niños felices de comenzar una nueva etapa, los padres aún más. Algunos lloraban mucho, eran dos o tres no más, no querían abandonar a sus mamás. Llegado el turno tarde decidí presenciarlo ya que podía, me quedé viendo como entraban todos los grados: padres entusiasmados con sus hijos, acompañándolos en este nuevo año que comienza, y los de primer grado iban pasando para jardín.

En ese mismo momento la directora de primaria, mi amiga cómplice, me dice “Sil, la mamá de este nene no se pudo bajar del auto, ¿no lo acompañas a jardín?” Y ahí estaba Manu, un piojito que no sabía para dónde ir, al lado de una chica el quíntuple de alta que él (yo) que no sabía quién era. Lo primero que hice fue darle la mano y preguntarle cómo se llamaba y en silencio empezamos a caminar.

Presentí que Manu sabía un poco qué pasaba, el veía que todos estaban con sus mamás, abuelas, abuelos, papás, pero nadie estaba con una desconocida. Cuando fui cruzando el camino sabía que la gente que no me conoce estaba convencida que ese era mi hijo. 

Llegué a jardín y busqué a alguien para que se quede con él, pero no quería dejarlo solo y no encontré a nadie. Nos quedamos ahí esperando, me contó que había ido a un jardín en Villa Elisa, que tenía muchas ganas de empezar primer grado. Le costaba mirarme con esos ojos esmeralda que tenía. Debía estar nervioso, pero no me soltaba la mano.Cuando me la soltó fue porque la mochila le pesaba mucho, se la saqué de los hombros y le expliqué que estaba mal regulada, por eso le dolía tanto un hombro. Se la acomodé y la dejamos en el piso para esperar que nos tocara ir a primaria. Le pregunté si quería ir solo, con sus compañeros, pero me dijo que no con la cabeza. Después de todo, yo tampoco estaba dispuesta a dejarlo.

Cuando vino la directora a decirnos que podíamos pasar, fui con Manu de la mano caminando, le conté que ahora nos íbamos a encontrar con la maestra y que los nenes de segundo y tercer grado nos esperaban. En la filmación debo haber aparecido con Manu de la mano, como su compañera para ese momento. En el momento que estábamos llegando creo que se dio cuenta que la mano que lo sostenía no era la que él quería y me soltó, quiso ir a ver cómo era su maestra, quiso despegar como lo hubiera hecho de su madre.

¡Con las ganas que buscaba la cara de Gaby! (su nueva maestra) ya casi entrando le charló a un compañerito y me puse contenta. Me faltó darle un beso y un abrazo a Manu, y desearle suerte. Pero por suerte estuve ahí, para acompañarlo y no soltarlo mientras él lo necesitó. 

Yo, después de todo, hacía tiempo que le venía pidiendo al universo que alguien se de cuenta que estaba necesitando un poquito de amor.

Mañana seguramente pase a saludarlo, a preguntarle cómo le fue. Creo que mi día no fue tan malo, quién te dice me hice un nuevo amigo.


martes, 4 de marzo de 2014

Caleta de mi vida


No quiero que sientas que te traicioné, que te abandono, pero viste que la vida generalmente no es del todo fácil. Te conocí gracias a un gran amor que tuve, te amé casi tanto como a él. Fuiste la cuna de un comienzo, fuiste el nacimiento de una nueva “yo” en mi vida. Abriste caminos hermosos hacia otras realidades, otras verdades, otros niveles de consciencia.

Vivir con vos seis meses, ver tu naturaleza en el estado más puro me hizo ahondar por zonas pantanosas en la consciencia y en la inconsciencia y en las relaciones. Vivir con vos me hizo dar cuenta que sos hermosa, hermosamente acogedora, cálida, simpática y feliz. Sos feliz. Pero vos eras tres años dentro de 31 que habían estado viviendo cerca de los seres que aprendí a amar después de tantos años.

Gracias a vos me di cuenta cuán cerca los necesito a esos seres que me roban los latidos de corazón más fuertes, las sonrisas más lindas. Mis sobrinos de sangre y de alma. No hay mar, bosque o árbol que pueda reemplazarlos. Sentir la primer patadita de uno de ellos me hace sentir que estoy en el limbo

Él se queda, él te va a regalar todo el amor que yo no supe, o que no estuve dispuesta. Él te va a amar con una verdad y un amor que muy pocos en este mundo harían. Fuiste y sos su Sol, su Norte su sueño más preciado. Si él se hubiera vuelto también quizá sí te hubiera traicionado. Pero él se queda para cuidarte y darte todo eso que te prometimos y el sí quiere conocer todo lo que tenés para ofrecerle.

No quiero que sientas que no te quiero, pero sabé entender que la vida me dio otra oportunidad. Fuiste mi primera vez en ser propietaria, en sentir que di un pasito más en este mundo de grandes que tanto cuesta afrontar. Te regalé mis sueños de familia, de mundo ideal, te extrañé y te extraño como nunca creí que podía extrañar a un lugar. Sos mi lugar en el mundo, lo seguís siendo, pero hoy tengo que soltarte y volverme a enamorar.

No me va a ser fácil, porque con vos vino mucha gente hermosa, vino la vida de barrio de solidaridad, de amor. Tu gente, esa gente que iba creciendo en el sueño con nosotros hizo que te quiera aún más.

Caleta de mi vida, sé que sabrás entender todo esto y más y que en el fondo sos feliz de que le deje el lugar a alguien que pueda aprovechar ese pedacito de tierra que te compré para ser feliz. Ojalá esa gente construya una casa que no te genere un daño ambiental muy grande, te prometo que les voy a pedir que no te corten ningún árbol, ni una ramita… Ojalá que te regalen las risas de sus hijos jugando, te regalen todo el amor que te regalé yo desde el primer día que te conocí.

Esta separación me va a costar e irte a ver no me va a ser fácil, sabelo.  Tu mar está en toda la costa atlántica, pero no es lo mismo. Ya siento que lo conozco de memoria y él a mí.

No me imaginé que escribirte esto me iba a hacer sentir tan triste, pero tan triste. Pienso en ir a visitarte y se me llena el alma de de nostalgia.

Ya varias personas me preguntaron por vos y no sé cómo hacer para contestar porque me cuesta mucho dejarte ir, se me parte el alma y el corazón, pero sabemos que es lo mejor.


Gracias infinitas por el amor que supiste hacerme ver, el más importante en mi vida, el amor propio y gracias por enseñarme a soñar con los pies sobre la tierra y por ayudarme a entender que los sueños jamás desaparecen, todo lo contrario, día tras día se van haciendo más realidad.

lunes, 3 de marzo de 2014

Máscara


Sacarse el maquillaje después de actuar es algo tan extraño.

Sacarse el maquillaje es pararse frente al espejo y verse a uno mismo dejar toda esa compañía, toda esa contención, todo ese momento de adrenalina, felicidad y éxito atrás.

Es encontrarse de vuelta con uno mismo. 

Son tus ojos mirándose en el espejo y el silencio. Ya no hay más aplausos, ya no hay más nada. Creo que a veces lo podría definir como un vacío. Uno actuando se siente acompañado. Se siente tan bien. Tan valorado. Y saludas y la gente aplaude... y ni vos sabés cómo llegaste a conseguir eso.

Después es llegar a tu casa para emprender otro rol. Para volver a tu estado de ánimo real. Cuando lo que más desearías es vivir rodeado de esas sonrisas.

Cuando me paro arriba del escenario pienso en todo, pero no me afecta nada de nada. Todo existe y cada una de las partes de mi realidad están presentes, pero nada llega a afectar mi concentración, mi desempeño, al menos conscientemente.

Voy pasándome el algodón que saca los restos del maquillaje, los restos de lo que demuestro, de lo que “parezco” durante casi 2 horas.

Sacarse el maquillaje es sacarse una careta, es colgar el personaje hasta una nueva actuación. A veces lo siento igual a despertarse, a ese momento en que la realidad te cae de golpe. De repente volvés a ser quien eras antes de maquillarte, a quien eras antes de hacer matar de risa a la gente. Volvés a tus problemas y tus temas y tus ganas.

Actuar es una profesión, es un trabajo y hay que estar preparado para pasar de las risas totales, la compañía de un montón de gente y los aplausos, a la soledad absoluta. Absoluta. No es fácil ser actor...es loco pensar que hasta el ser más deprimido pueda hacer matar de la risa a otros. Dicen que los cómicos son los seres más depresivos. Ni en pedo, al menos por ahora. Pero esta sensación de irme  a dormir como Silvana, “la teacher”, es rara. Es muy rara. Pero es linda también.

Es lindo ocultarse detrás del personaje. A veces es el escudo perfecto. Pero también es hermoso encontrarse con la persona, y que también lo sea.




sábado, 1 de marzo de 2014

Cajitas de recuerdos

Parte I

Ayer miré al cielo y me acordé de vos. Por un instante había olvidado lo que eras. Fue entonces que decidí, casi sin pesarlo, ponerte en una cajita hermosa donde dice "recuerdos lindos." 

Después de eso te acomodé en la estantería de mi mente donde tengo tantas otras cajitas llenas de recuerdos.Me encargué de que quedes bien acomodado, que no estés cerca del borde (así no corres riesgo de caerte, abrirte y terminar siendo parte del olvido). No quiero olvidarme, solamente tenerte en el estante de recuerdos lindos. 

Recordar es lindo.

Una vez acomodado, me quedé mirando el estante… con tu cajita y tu etiqueta, y sin querer me di cuenta que estaba sonriendo. Sin querer, por primera vez te miré con otros ojos, y sentí otra cosa. No dejó de correrme por el cuerpo un dejo de escalofrío, de nostalgia, pero finalmente comprendí, que guardarte era lo que te merecías, guardarte en un lugar seguro y lindo para siempre tenerte a mano cuando quiera sonreír.

Después bajé la mirada, miré el horizonte y volví a la realidad, al presente, a mi estante lleno de cajitas de cosas de las cuales tengo que ocuparme. Las reacomodé de manera tal que, el espacio vacío que había quedado por llevar la tuya al de los recuerdos, ya no se viera más.

Ahora esta todo ordenadito.

Las cajitas están en su lugar, cada una con su contenido correspondiente. Desprovistas de tierra, desprovistas de mugre. Todas esperando ser abiertas pronto, o todas esperando ser selladas, para nunca más abrirse otra vez.

Ayer miré al cielo y me acordé de vos.
Y sonreí.
Suspiré.
Y supe que ya todo estaba bien.


Parte II

Esto de ordenar y guardar siempre funciona cuando exhalo, y finalmente me doy cuenta “de sensación” (a diferencia de “de palabra”) que “archivé”. Es algo raro, generalmente, es la parte más triste porque sanamente sé y compruebo (cuando llego a este estadio) que pronto no quedarán dudas del guardado.

Ahora bien, el problema es cuando lo que metí en esa caja no quiere quedarse adentro.
Soy partidaria y creo en la frase en que la gente huele las cosas. Muy pocos pueden lidiar con ser ubicados en el estante de los recuerdos por más lindos que sean. Eso que metí en la caja, con tanta paz, amor, y tranquilidad vuelve, y vuelve solo para querer abrirse y quizás hasta transformarse en un recuerdo feo. Aquí es cuando siento dos opciones:

-          O abro la cajita que con tanta luz guardé, y reviso un poco, ignorando esa señal de haberlo guardado con la claridad de que iba en el estante de “recuerdos lindos” y no de "cosas que ocuparse."

-          O sigo sonriendo, levanto la cabeza bien alto, y agarro la cajita. Sin abrirla la sello con poxi pol, poxi ran, parsec, goma eva, goma espuma, cinta AISLADORA, cinta de papel y demás, para que no se vuelva abrir.

Esta última requiere de una fuerza muy grande, de una actitud firme. Porque sé que si hago esto, la única manera de recuperar lo que hay adentro es rompiéndola. (Igual, nada hay que quiera recuperar, sólo recordar).

Una vez sellada, si la cajita se sigue moviendo y molestando y se termina quedando cerca del borde y se cae para perderse en el cajón del olvido, ya entonces no será mi culpa, no será mi intención, será que no supiste ganarte el lugar hermoso que te había destinado de “recuerdo lindo.”

Hoy miré al cielo, y me acordé de vos.

Agarré la cajita, y elegí la segunda opción, con la misma paz que elegí ponerte en ella.

Y sonreí mientras se me caían algunas lágrimas.

Suspiré.


Y supe que todo seguía bien.