jueves, 27 de febrero de 2014

Hermosa Mañana...


Hermosa mañana que viene a preguntarme cómo fue que los días se sucedieron, cómo fue que de repente todo se subió a las vías del tren y llegó el ciclo a su fin. Lo que ahora sucede es que no sabemos si todo volverá a empezar. Llena de dudas decido levantarme un día más a encontrar el cielo del mismo color que lo dejé anoche, volveré a encontrar mis ojos mirando hacia el mismo lugar, volveré a caminar por la misma calle que me lleva a lo que todo un año proclamé como un sueño.

Descanso mis dudas en la almohada, deseosa de que la esponja las absorba y me despoje de ellas. Descanso mis oídos en mi almohada, con la esperanza de que escuchen aquello que nadie se anima a gritarles. Descanso mi cabeza en ese lugar donde cada noche esperé levantarme con alguna receta mágica, con el don de hacer desaparecer lo malo y darle la bienvenida a lo bueno. Guardo mis manos debajo de la almohada, tengo la ilusión de que eso las haga descansar después de una jornada agotadora y de que mantenerlas ahí evite cualquier movimiento inadecuado. Miro hacia afuera, esperando encontrar lo que no sé si en verdad busco. Encuentro que busco qué buscar en un mundo donde parecemos no poder vivir sin “buscar”- Quiero llenarme de momentos, no quiero perderme ninguno, y, pacífica en mi cama, decido repasar uno por uno los momentos que me llevaron a poder encontrar en mi almohada un momento de paz.

Escucho del otro lado, ya no sé si es mi almohada, mis oídos o mi cabeza, alguien que me cuenta de mi vida, de mi paso por la eternidad. Es cierto, descanso rozagante, tranquila en mi penumbra, contenta en mi melodrama, despierta en la oscuridad. Ese alguien  me cuenta de sonrisas, de destellos de humoradas, de cientos de carcajadas, de un cuarto de siglo por recordar. Me cuenta de mis logros, de mis más bellas relaciones, de los seres que viven en este mundo del cual no quiero despertar. Paseo por un bosque, mientras descanso en mi cama, mientras sigo buscando en mi almohada la paz que me niego a alcanzar. Pienso cuándo fue que pude al fin sentarme a contemplar sin lamentar. Cuándo fue que al fin pude elegir. Y escucho de vuelta que alguien me dice que tengo que descansar, que corra ese mechón que me va a empezar a molestar, que cierre mis ojos y con esa paz, empiece a festejar: llegó.


No hay comentarios:

Publicar un comentario