Hermosa mañana que viene a preguntarme cómo fue que los días
se sucedieron, cómo fue que de repente todo se subió a las vías del tren y
llegó el ciclo a su fin. Lo que ahora sucede es que no sabemos si todo volverá
a empezar. Llena de dudas decido levantarme un día más a encontrar el cielo del
mismo color que lo dejé anoche, volveré a encontrar mis ojos mirando hacia el
mismo lugar, volveré a caminar por la misma calle que me lleva a lo que todo un
año proclamé como un sueño.
Descanso mis dudas en la almohada, deseosa de que la esponja
las absorba y me despoje de ellas. Descanso mis oídos en mi almohada, con la
esperanza de que escuchen aquello que nadie se anima a gritarles. Descanso mi
cabeza en ese lugar donde cada noche esperé levantarme con alguna receta
mágica, con el don de hacer desaparecer lo malo y darle la bienvenida a lo
bueno. Guardo mis manos debajo de la almohada, tengo la ilusión de que eso las
haga descansar después de una jornada agotadora y de que mantenerlas ahí evite
cualquier movimiento inadecuado. Miro hacia afuera, esperando encontrar lo que
no sé si en verdad busco. Encuentro que busco qué buscar en un mundo donde
parecemos no poder vivir sin “buscar”- Quiero llenarme de momentos, no quiero
perderme ninguno, y, pacífica en mi cama, decido repasar uno por uno los
momentos que me llevaron a poder encontrar en mi almohada un momento de paz.
Escucho del otro
lado, ya no sé si es mi almohada, mis oídos o mi cabeza, alguien que me cuenta
de mi vida, de mi paso por la eternidad. Es cierto, descanso rozagante,
tranquila en mi penumbra, contenta en mi melodrama, despierta en la oscuridad.
Ese alguien me cuenta de sonrisas, de
destellos de humoradas, de cientos de carcajadas, de un cuarto de siglo por
recordar. Me cuenta de mis logros, de mis más bellas relaciones, de los seres
que viven en este mundo del cual no quiero despertar. Paseo por un bosque,
mientras descanso en mi cama, mientras sigo buscando en mi almohada la paz que
me niego a alcanzar. Pienso cuándo fue que pude al fin sentarme a contemplar
sin lamentar. Cuándo fue que al fin pude elegir. Y escucho de vuelta que
alguien me dice que tengo que descansar, que corra ese mechón que me va a
empezar a molestar, que cierre mis ojos y con esa paz, empiece a festejar:
llegó.

No hay comentarios:
Publicar un comentario