jueves, 11 de abril de 2013

El riesgo de naturalizar la lucha por la utopía.


Aún no consigo depositar en palabras el nudo que hace días tengo en mi garganta. Escribo y borro. No me siento con derecho a escribir. No me salen claras las ideas. Calculo que la mezcla de sensaciones se apodera de mí y no me deja entender del todo lo que sucede y lo que me sucede. Todos los factores que atraviesan al sistema parecen presentarse ante mí y unirse en una sinergia clarísima. Pero a la vez pienso si no me genero la propia lógica para apaciguar mis dudas y mis acumulados "por qués." Que el mundo se haya convertido en un monstruo tan voraz, tan insensible, me horroriza. Que no eduquemos para la libertad me preocupa. Que no nos importe nada si no nos afecta directamente me aterra. Cuán presos hemos sido algunos del egoísmo desmedido. Sólo por no saber lo placentero que es ver cómo alguien progresa y se auto-supera y recupera la confianza en sí mismo cuando uno con una sonrisa dedicada le explica y ayuda con las herramientas que el otro necesita. La zona de comodidad nos consume. Miles de razonamientos contradictorios me persiguen, ganas de gritar al mundo que se puede vivir de otra manera me atormentan. Me siento nada. Una pulga gritando en un mundo de gigantes sordos. Mi visión es romántica, como dice una  amiga. Es idealista, como diría mi padre. Qué impotencia, qué tristeza y qué desilusión. Pero no puedo escribir. Quiero pensar cómo hacer. ¿Alcanzaría con sentir que me salvo yo sola? ¿Acaso no es infinitamente pedante creer eso? Intento buscar algún texto que me represente y me doy cuenta que hace días que Freire ronda en mi cabeza. Una y otra vez. Y me doy cuenta que las señales están, que la vida nos muestra cosas y caminos. Que no en vano hice el profesorado a los 27 en la Facultad de Humanidades y me tocó quien me tocó de profesor en la materia Fundamentos de la Educación. No en vano. Pedagogía del Oprimido, en carne propia te estamos viviendo minuto a minuto, día a día. Nos lo explican, nos lo escriben y aún podemos ser tan ciegos que no lo vemos. 

Este es un texto escrito para un trabajo de la materia antes nombrada en la facultad. El título de este "post" fue lo que me hizo creer que esto podía representar de la manera más breve la realidad que hoy nos toca. 

Conseguir la igualdad pareciera ser el fin en toda cuestión social  educativa. El riesgo es creer que si la alcanzamos nos quedaríamos en la nada y qué habría después de eso. Para conseguir un cambio educativo contundente es necesario el apoyo de políticas sociales y de la comunidad. Que entiendan que poner un parche en un pantalón roto no quita que este siga siendo viejo y corra el riesgo de romperse en cualquier momento. Las políticas sociales del país están colapsadas y han mostrado ser ineficientes: nada contribuye a mejorar la inseguridad; nada contribuye a mejorar el hambre y la pobreza y, por ende, nada contribuye a mejorar la educación. Considero imposible ver al sistema educativo aislado de todo esto y por lo tanto cualquier esfuerzo independiente por conseguir la igualdad social y generar realmente igualdad de oportunidades sería inútil. La escuela necesita ser entendida por toda la sociedad como una salida al futuro. Es pieza fundamental del cambio que aquellos que no sufren estos dolores (el de la pobreza y el hambre y la discriminación) también entiendan la realidad en la que viven y sepan lo que significa que una gran parte de la población no tenga acceso a la educación.



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