Me lastimé hace años.
Se me hizo una lastimadura grande, una de las más grandes que tuve en todo mi
cuerpo. Cerró. Tardó mucho en cerrar, tardó miles de lágrimas, otro millón de
suspiros. Tardó un montón de llamados desesperados; tardó encuentros consuelo;
tardó lo que se tarda en curar… tardó lo que se tarda en aceptar que nuestro
primer amor acaba de pasar a otra etapa de la vida.
Me lastimé hace un
poco menos de años, de vuelta, en el mismo lugar. Ya a esta altura la herida
anterior estaba cerrada, pero la marca no había desaparecido. Ahí estaba yo,
lastimada nuevamente, derramando sangre en un lugar donde ya lo había hecho. La
piel estaba cada vez más sensible, pero yo, yo me iba acostumbrando cada vez
más al dolor. Ahora el dolor ya no era tan agudo, aunque la herida fuera igual
de profunda… la anestesia iba creciendo; la analogía y paralelismo de la vida.
Aparecieron otras heridas, de otras veces que me lastimaba pero no con lo
mismo. Heridas más pequeñas, de esas que dejan las amistades que también pertenecen
a esa época del primer amor.
Me lastime hace un
año. Ya no sé qué herida había cerrado y cual no. Ya no sabía cuál de todas era
la que se borraba con esta última. Ya no sabía de cuál herida me salía sangre,
si de la primera -la más grande y profunda-, si de la segunda (no tan grande
pero igual de profunda); o si de la tercera (mucho más pequeña pero otra vez,
de una profundidad dura). Una profundidad que se alcanza sólo cuando se esta
dispuesto a dar un empujón enorme. Una profundidad que toca tejidos delicados,
que hay que cuidar que no se infecte, y que hay que curar con suma dedicación y
cuidado para que “no queden marcas”
Si las heridas de amor
fueran como las quemaduras de agua hirviendo sería todo tanto más fácil. Se
pone todo rojo, duele, arde, quema…luego se cae la piel, de madura, de que ya
no pertenece, ya no sirve más… y ahí, en el fondo, debajo de toda esa piel
inútil esta ella… la que va a venir a quedarse para siempre.
Tengo una marca
enorme, una cicatriz que parece cerró. Ahora sucede que ya casi no siento nada,
o que de tanto miedo que tengo a que me lastimen el mismo lugar, no dejo que ni
siquiera me roce con nada esa parte del cuerpo. A veces siento que me tira la
herida… o en determinados días me late, o molesta. A veces, sólo a veces…
extraño lo que es sentir el miedo de que se me vuelva a abrir.
* 2008
Qué bello!Qué sentido! Qué doloroso! Ahora, no creo mucho el final...
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