jueves, 28 de febrero de 2013

Heaviness


" Heaviness may endure for a night, but joy cometh in the morning"
Psalm 30,v 5

¿Y cuándo es difícil? ¿Qué hacemos? Cuando pasan los días y los laburos no aparecen, la gente comienza la rutina y los viejitos van desapareciendo de la vista. Cuando la gente que antes pasaba con la tira de la malla triangulito asomando por sus cuellos y los hombres andaban con gorrito de piluso no están más. Cuando ya las mujeres pasan con tacos y un poco más arregladas y los hombres tienen pantalones largos, camisas y el pelo peinado y a veces hasta engominado. Y vos… vos seguís sin horarios, con la agenda 2013 vacía…
Es un trabajo difícil y de hormiga el de no desesperar, el de tener paciencia. Pero a veces puede ser un arma de doble filo. En él mientras tanto mirás los mails cada 20 minutos para ver si apareció algo. Chequeás las redes que buscan trabajo para ver si apareció algo nuevo que te puede interesar. Tejés, porque aunque no te haga sentir del todo bien, vos sabés que es un trabajo, pero es un trabajo que no sabés cuándo te va a dar dinero y, en estos momentos, lo que menos necesitas es sumar incertidumbres.
Y acá es cuando uno se pone a pensar en qué hace el que busca trabajo, o cómo se busca trabajo. Nunca antes me había tocado buscar trabajo, el primero que tuve cayó a mi vida de pura casualidad y fue el que sostuvo mi economía.  Ahora es diferente. En la era de la virtualidad te sentís un poco anticuado tirando currículums personalmente, pero lo haces de vez en cuando. Pero también sabes que en lo que tardas en ir de un lugar al otro, ya mandaste mail a 100 colegios. Buscás otras áreas que no te interesan tanto, pero que bueno, cuando hay hambre… y descubrís, mientras tanto, la hipocresía del “título habilitante”.
Me postulé a en varias empresas de traducción, me llaman de una. Me piden un software que no sé cómo usar. Hice un curso introductorio hace mil años pero no me acuerdo nada. Busco, bajo programas, pregunto a esas genias amigas que siempre están para ayudarme y me re ayudan. Y salgo adelante, mando la prueba hecha, feliz de que aprendí algo nuevo (porque eso tienen estas experiencias difíciles y duras, que se aprende bocha; mucho, muchísimo) Pero a veces tanto como se aprende, se sufre. Y hay que esperar… a ver si es un sí o un no…y volvemos a lo anterior, ¿y mientras tanto?
Mientras tanto el mundo sigue girando y no estás sola. Estas con otra persona que emprendió este mismo camino con vos pero que agarra atajos diferentes. Es como el sitio de internet ruta 40, no sé si lo usaron alguna vez. Es un sitio de internet donde vos ponés el lugar de origen y el destino y el sitio te ofrece llegar a ese destino por el camino más rápido pero con calles de tierra, en mal estado o ripio. Después está la opción del el camino óptimo: por ese por ahí tardas un poco más e incluso gastas más, pero no hay mucho obstáculo. Y el problema más grande es cuando te querés hacer un flor de viajecito pero tenés GNC. Entonces no tenés mucha chance… querés gastar poco, pero las opciones son limitadas. Esto es un poco así, cada uno elige caminos diferentes y para ponerse de acuerdo en cuál tomar juntos, podemos estar unos cuantos días.
Y haces las cuentas, y te olvidás de las libertades que querés tener. Y por momentos preferís el “austerismo” a depender. Y por otros pensás en que no tendrías que haberte venido así, pero por suerte al instante siguiente sabés que si no te venías así no te venías. Es como un salto, o la montaña rusa: cuando estás ahí pensás: “¿!Quién me manda a mí a subirme acá y estar cagada hasta las patas en este momento!? ¡¿Por qué no me lo habré ahorrado?!” Pero también sabés que si lo pensabas un poco más, no te subías más; quizá nunca más. Y cuando te querés dar cuenta estás dando vuelta por el aire, y la adrenalina te recorre todo el cuerpo, agradeces al universo haber tenido el coraje.
Y claro que siempre está la pregunta “¿Y si no sale nada?”… pero elegís que la vibra de esa negatividad, que ese golpe de realidad tan duro que puede llegar a venir te agarre desprevenido, como la ola cuando viene de atrás y no la viste; o como cuando estas confiado en que te fue bien en un final, súper seguro y ves el dos que confirma que tu percepción de la realidad estaba errada. Pero eso llega solo. No vale la pena masticarlo de antemano.
A las posibilidades negativas hay que saber darles su curso. Sacarlas del mapa así no se nos hacen parte de la rutina. Siempre va a estar todo bien, total cuando no lo esté, no lo va a estar. Claro que a veces no es tan fácil, claro que no. Claro que son horas de discusión, son llantos que no tienen mucha raíz (o en realidad tienen de sobra), son respiraciones y reafirmaciones de lo que uno quiere y lo que uno cree que puede, es en definitiva el motor de todas tus acciones: tus objetivos en la vida.
Porque un poco cuando se pone difícil creo que la clave está en volver a eso ¿no? El otro el día el negro me mostró un video de un entrenador que daba una charla y el tipo decía que estar dispuesto a hacer sacrificios por lo que uno quiere, por su sueño, es estar dispuesto a todo y a costa de todo. Y sí gente, tiene mucha razón. Si vos querés que tu vida sea de una manera y no estás dispuesto a sacrificar ciertas otras para llegar a ese sueño, nada será posible porque entonces es que no lo deseas tanto. Ojalá el loto me lo gane, ojalá. Pero mientras tanto descifro cuál es el sacrificio que tengo que hacer y dicho sea de paso, algunos ya los estoy haciendo.
Nada de esto impide, por suerte, seguir disfrutando de las pequeñas cosas que te dan felicidad. Esto te ayuda a ver y saber que esto es un sistema que nos lleva a sentirnos así. Que una vez que uno pueda sobrepasar los estadíos más duros de este mundito que nos elige el camino (por ejemplo tener una casa propia) podrá por fin disfrutar de la agenda vacía y saber que puede elegir el camino que más le guste porque tiene todas las herramientas para hacerlo.

miércoles, 27 de febrero de 2013

La particularidad de las clases particulares


Dar clases particulares de inglés tiene varias irregularidades:

Cobro
Nadie sabe bien a ciencia cierta cuánto hay que cobrar. Al ser siempre en negro –porque la clase particular “en blanco”* no existe, pero, claro, como vos sos tu propio jefe no es explotación- no hay un colegio, estado, nada que rija la tarifa, siempre es un misterio. A la vez hay como un “no sé qué “que nadie se dice realmente lo que cobra. Le preguntás a una colega y siempre te dice “depende” antes del precio final. Entonces uno va por el camino de la vida, decidiendo cuánto se autopaga de antigüedad, cuánto de horas extras, cuánto te cobro por vacaciones, el bondi si es que voy para algún lado y demás. Hay como una especie de denominador común pero si querés cobrás lo que se te da la gana, asumiendo las consecuencias, cLaramente. En esto se parece muchísimo al trabajo del artesano: si quiero vendo el chaleco a el doble y, quizás tarde mucho más en venderlo, peeero, cuando lo venda…

The students
Por otro lado, lo irregular de esta modalidad de trabajo es el tipo de relación que uno crea con el alumno y qué se entiende como tal. En la vida del profesor particular (y sobre todo los que empezamos de bien jovencitos) te puede aparecer un alumno que te dobla en edad o podría ser tu padre, niños, adolescentes, pre-adolescentes y demás. El “público” por decirlo de alguna manera es súper amplio y junto con ello la relación que se crea entre el alumno y el profesor. Claramente esto va a depender del profesor también, ¿no? Aunque creo que si decidiste a ser profesora de inglés y te vas a dedicar a dar clases particulares sabés que te tiene que gustar ponerle onda a todo, aceptar maneras diferentes de pensar, aceptar gustos distintos a los tuyos y ganas o no ganas de hablar de ciertas cosas. Porque en la clase de inglés siempre uno habla mucho de uno. Porque el idioma es una excusa en realidad. Es decir, para poder aprender el idioma hay que usarlo y para usarlo, siempre aparecemos nosotros “What’s your name?” “How old are you” “What is your favourite color?” “Have you got any pets?A las preguntas con “what” si vos le agregás un “why” se te va media clase, y si tenés un alumno de un nivel pre- no más, se te va casi la clase entera. Siempre y cuando el student sea willing to speak, ¿no? Sino tenés que tener más o menos 120 preguntas!

En fin, por suerte en mi carrera de “profe particular” he tenido más de los alumnos charlatanes y copados que de los que no largan prenda. Y con los que no largan prenda es fácil la relación que se establece, no hace ruidos, va más por el cauce de lo normal. “Hola, como va, how was de weekend?” y ¡ya! Pero con los otros es raro, porque terminás hablando de todo, de la vida, de lo que pensás, de por qué sí, por qué no. Y… “How was the weekend?” y entonces tu alumna de tu misma edad de traducción que viene dos horas a la semana en las cuales te tomas seguro cuatro termos de mate, la dejás fumar porque querés que ellá esté cómoda y aparte porque la clase de traducción es casi como estudiar: leés, corregís, desplegás papeles, diccionarios, chequeás y si vos fueras ella te encantaría tener una teacher que te permita estar así de relajada. Entonces te pasas la mitad de la clase charlando de la vida…y te preguntás ¿qué onda? En realidad laburé la mitad, ¿no?
O también pasa que te la pasas hablando de la vida y en inglés, eso es más satisfactorio porque no “diste clase” (deberíamos preguntarnos qué es dar clases hoy por hoy, ¿no? Pero llevaría muchísimo más) pero durante dos horas o una tu alumno/a te escucho en inglés, su cerebro tuvo que procesar toooda la info que le tiraste en otro idioma y se ve forzado a contarte cosas (porque recordemos que es de los copados que te sigue con las anécdotas y temas: “If you were a famous person, who would you be? WHY? (nuestra amiga ¡why!) Y ahí tenés para entretenerte. Sino “If tomorrow the world ended, what would you do?” Qué genial, y ni te diste cuenta y… see you tomorrow!

El caso de estos últimos son los que más me hacen pensar y replantearme esto de ser “profesora particular.” Calculo que tiene que ver mucho con lo que yo mamé de clases particulares. Mis clases particulares de inglés siempre fueron una fiesta, tengo los recuerdos más divertidos y copados. Fui muchos años, como 6, no más, 8… En fin, son 6 u 8 o quizá más años viendo a una persona durante todo el año dos veces por semana y que los temas de conversación siempre requieran que uno exprese una opinión personal. Tuve varios compañeros, entre ellos mis dos hermanos (por separado) y, en cada ocasión, la pasé genial. También la pasé genial cuando fui sola con una compañera, era hermoso: charla de tres mujeres. Y también la pasé súper cuando fui sola. Pero después de eso mi relación con mi profe de inglés ya no era eso, ya era, no sé qué título se le pone, pero viene de alguna rama de la amistad, seguro. Hoy mi profesora de inglés es una persona que es parte de mi vida, de mi entorno, de mi gente querida. Y fue mi profesora de inglés. ¿Pasará con las “profesoras” de todo? Y me pregunto ¿qué tiene de diferente esta relación con la relación de un compañero de laburo? Que de tantos años de trabajar juntos se hacen amigos. Pero quizá sea la estructura que tenemos naturalizada por “profesor-alumno” que nos hacer creer que un profesor y un alumno no tienen “ese” tipo de relación o de intimidad. Tenemos en el disco rígido metida la relación profesor alumno asimétrica, esa que durante tanto años existió y con la que nosotros fuimos educados. Y que de hecho con los alumnos del colegio es más fácil porque esta la institución de por medio. Qué loco, ¿no? 
A mí el año que pasó, sabiendo que me iba, me costó horrores sostener esa relación ficticia de aprendizaje o de no hablar o obrar de ciertas maneras porque somos “teacher-student”. 

Tuve la suerte de cruzarme con una profesora que no la creyera la relación así, que me hiciera dar cuenta que se podía laburar y aprender y que aprender no era sólo que te expliquen gramática. Había clases que me iba sin haber hecho nada, había clases que mis alumnos se iban sin hacer nada. Pero creo que todos aprendimos mucho.

Hoy estoy en la vereda de enfrente. Hoy pensando en esto entiendo por qué mi alumna de hace dos años está triste porque me vine a vivir a  mar del plata. Si mi profesora de inglés me hubiese dicho que no me podía dar más clases, y yo hubiese tenido que cambiar, ¡quién te dice dónde estaría hoy! Yo también voy a extrañar mucho esa parte de mi vida. Porque aunque sea trabajo, era una de los momentos de mi trabajo que más me gustaba. Sabía que siempre, los martes de 14 a 16 tenía clases con ella y ya había una rutina, un idioma, un lenguaje que se hablaba, una relación “teacher-student” que ya estaba consolidada. Pero por otro lado, hoy pensando en todo esto me di cuenta que el bright side of things here, es que gané una persona en ese terreno de la familia de los amigos. Me di cuenta que es alguien que ya difícilmente salga de mi círculo de gente que anda siempre conmigo a donde yo vaya.  

Dar clases particulares de inglés puede ser, en su peor versión, una de las cosas más aburridas que te pueden pasar, un momento para mirar el reloj y sentir que los minutos no corren. Pero en su versión más colorida y divertida, dar clases de inglés puede ser, lejos, uno de los mejores trabajos que uno puede conseguir.

*Cabe aclarar que no existe “en blanco” como profesión, como estar regulada y demás, pero hay mucha gente que la hace en blanco: es monotributista or whatever y factura por ello.

La vida en bondi...

Acá todavía te dan el boleto viejo, el de colores. Eso es genial, te hace sentir que estas como en algún pueblo de la antigüedad. Sabés que no es muy común en estos días ver eso…es una rareza. Y entonces decidís juntarlos o te da cosa tirarlos ¡quién te dice el día de mañana cotizan!
El viaje del papelito de colores es el más lindo. Es el que te lleva a Mar de Cobo, el que me lleva a donde esta MI casa. Es el más tierno porque bordeás todo el mar, va viajando con vos. El otro se nota que es más de ciudad, que ya está inmerso en la tecnología y, de hecho, es el boleto de “ciudad”.
Yo amo andar en bondi. Siempre y cuando vaya sentada, claro. Pero para mí siempre es lindo viajar. Me llevan de paseo, no puedo hacer nada para ir más rápido, ni más despacio. No puedo mirar al frente a ver qué está pasando con el tránsito (síndrome del que maneja) porque tengo gente sentada a mi alrededor o sencillamente porque tenés como que inclinarte para adentro del bondi (de costado) para ver cómo va la calle y es bastante incómodo. Y entonces no queda más que relajarte y empezar a pensar. A veces pensas en la vida misma, en la rutina que te corre o en la circunstancia que te lleva a estar arriba de ese número o nombre de bondi. Pero hay otras en que se te va la mente, prestando atención a la millonada de cosas a que uno le puede prestar atención en un bondi.
Yo creo que esta entrada tendría que ser con sub.títulos, por ejemplo:

El bondi y el número free

Ya todos sabemos que cuando vamos en bondi la gente hace lo que quiere. Lo más común y no invasivo a la sociedad que nos rodea es: leer, mirar hacia afuera o adentro y escrutinizar a todas las personas que viajan y escuchar música (hay unas pocas guapas que tejen, otras que amamantan, otros que duermen y algunos más). Esos no suelen molestar. Hay otros, muy conocidos últimamente que son los que escuchan la música con el “speaker” o el “altavoz”. ¡Oh benditos sean los perturbadores de la paz! ¡Todos! ¡Todos nos preguntamos ¡¿POR QUÉ?! ¡¿Con qué necesidad?! Pero nadie nos responde y nadie se anima a pedir que apaguen esa bendita cumbia que va a romper en cualquier momento el parlante del telefonito.
Pero esos para mi gusto no son los peores. Si estoy leyendo, de la música logro abstraerme y se me hace ruido, murmullo, parte de la rutina del bondi. Pero si hay algo que SÍ interfiere en mi viaje no sólo por mi condición de chusma, sino porque es inevitable no involucrarse con una conversación cuando ésta está siendo escuchada por todo el bondi, es la que yo llamo “conversación de número free.” Desde que las empresas dan tantos números free, ¿qué hace la gente? ¡HABLA POR TELÉFONO EN EL BONDI CUANDO ESTA ABURRIDA TODO EL BENDITO VIAJE! ¡¿Hay necesidad de que yo hoy sepa que una chica más bien grandotecita, de unos 20 años, teñida de rubia con un buzo  GAP fucisa se “comió” un pibe anoche que hoy la llamó a la mañana y a ella eso ya le alegró el día de una manera increíble?! ¡¿Y que le diga a su amiga que está del otro lado que cómo que se volvió a comer a ese flaco anoche?! La chica de buzo fucsia le preguntó tres veces “¿Te comiste a alguien anoche?, ¡que si-te- co-miste a alguien!, ¡SI TE COMISTE A ALGUIEN!” (así como aumenta el tamaño de las letras aumentaba el tono de su voz) a lo que luego agrega “¡no podés volverte a comer ese chabón!  ¡es ho-rri-ble! ¡qué hija de…!” Oh yeah, yo chocha, claro. Pero me pregunto, ¿no les da vergüenza andar exponiendo todo eso a todo el mundo? ¿O es que como consideran que no verán nunca más a la gente que está en el bondi o que no la conocen que no les interesa? También están los que parecen locos, que hablan solos. Esos también hablan fuerte y encima parece que te hablaran a vos. Y si hay más de uno la desconcentración es doble: no sólo no podés concentrarte en tu lectura o tu música o whatever, sino que tampoco podés concentrarte en sus conversaciones ¡porque querés escuchar todas!

El poder del bondi

Cuando sabés qué micro tomarte para ir de un lugar a otro ya sos casi del lugar.
Cuando tenés una tarjeta magnética en tu billetera que compraste, ya tenés cierta constancia de viaje en ese lugar, ya sos bastante parte.
Cuando ya sabes cómo llegar a ciertos lugares -a más de tres te diría yo- ya residiste un tiempo y te moviste como para ser de la city.
Cuando ya podés orientar a otros en cómo manejarse por la ciudad, tirarle par de cuadras que faltan para un lugar, micros que pueden serle útiles, negocios, trámites, lugares de confianza y no…ya casi te sentís uno más.
Todo eso te termina de pasar cuando fuiste y volviste en micro de algún lado. Cuando juntaste el coraje y confiaste en que no te ibas a perder, en que el bondi iba a pasar rápido y en que nada puede ser tan difícil como tomarse un bondi. Pero lo cierto es que cuando uno llega a una ciudad nueva el sistema de transporte parece un núcleo tan cerrado, un idioma tan característico de cada lugar que por más sencillo que sea pareciera que va a costar un montón entenderlo. Pero tan pronto como lo usas, como te arriesgas a perderte, te tomás el trabajo de mirar mapas, de ubicarte, de concentrar tu mente en ubicarte: lo amás. Yo amo el transporte público, creo que es una de las cosas más geniales que tienen las ciudades. En París me sentía como en mi casa. Nunca imaginé que en un día o dos me podía aprender todas las estaciones de subte, cuál te dejaba en dónde, qué combinación tomar, pero lo cierto es que lo supe, lo logré y me sentía dueña de la ciudad. Podía ir y venir a donde quería por nada de plata.
Hoy me pasó algo parecido. En pocos días tuve que ir a barrios diferentes y ¡lo logré! Y salir a tomarte el bondi, que la parada esté en la esquina de tu casa, que te deje en la esquina del lugar, que todas las investigaciones y anotaciones que hiciste te den perfectas y llegues media hora antes y que –no nos olvidemos- te traten con una amabilidad encantadora, hace que la vida de bondi sea aun una de mis preferidas.



jueves, 21 de febrero de 2013

Agenda 2013



Cada año que empieza uno puede imaginar cómo va a ser su vida en dos, tres meses. Más o menos cómo se van a suceder sus días, cómo serán sus hábitos y costumbres. Se pueden esperar ciertas sorpresas, imprevistos, percances pero aún así uno se maneja dentro de un terreno de posibilidades muy claro y concreto. El ser humano tiene esa costumbre de comprar la agenda 2013 y llenarla con sus horarios, se compran almanaques que contienen el año entero y hay que diseñar actividades, proyectos, ingresos e inversiones. Pero, ¿si esto no sucede?
Cuando uno decide hacer un cambio de vida a comienzos del “año” todo es diferente y la agenda se encuentra bastante vacía. Uno empieza una nueva vida en una ciudad diferente donde no tiene trabajo, no tiene nada seguro más que un mar de posibilidades que significan que puede pasar cualquier cosa. Eso es esto no saber. No poder imaginar cómo va a ser tu rutina este año. Es hacer cuentas y proyecciones sobre las miles de posibilidades que se te pueden presentar. De repente uno recuerda que puede trabajar de cosas que ya había creído no iba a trabajar más o de cosas nuevas que desconoce y sobre las cuales tiene que aprender.
¿Por qué será que la seguridad rige tanto nuestra cotidianeidad? Y ¿con qué tiene que ver esa cotidianeidad? ¿Y esa seguridad? Seguramente todos pensaremos lo mismo… y sin querer estamos en lo mismo. Préstamos, deudas, obligaciones. Estudio, trabajo, saldar cuentas. Incluso los más descontracturados tienen un plan.
Yo hoy no tengo plan, es decir…tengo, pero no tengo nada tan claro y explícito para anotar en la agenda. Por ese motivo no puedo dibujar mis días futuros en mi cabeza, porque nada es tan seguro como que mañana no sabré muy bien cómo será mi día.

La simpatía de lo novedoso.



En la nueva ciudad todo me parece más amable, más simpático, más generoso con las sonrisas y ayudas. ¿Será porque es algo nuevo? Por esa emoción que tiene todo lo que carece de rutina, de cotidianeidad, de tedio que se repite día a día. ¿Perderá esta simpatía la ciudad tan pronto como yo me sienta parte y pase una cantidad considerable de meses? Claramente aún no tengo la respuesta, pero conservo el optimismo. Dicen que la etapa de enamoramiento es tal porque luego todo se hace “normal”. Esperemos que así no sea.
Hoy fui a la Facultad, a la Universidad Nacional de Mar del Plata. En lo que respecta al edificio, a la estructura externa, al todo; no hubo mucha sorpresa. La facultad de Humanidades de Mar del Plata es claramente hermana de la de La Plata. Las paredes están llenas de carteles pintados con témperas. Por suerte el color de los reclamos de las agrupaciones acá es el mismo que el de allá. Digo por suerte porque eso me hizo sentir bien, como en casa. Subir los escalones y ver ese papel afiche verde con témpera blanca me llevó instantáneamente a pensar “¿Estará UNITE acá también?” En el escalón siguiente un afiche negro con témpera roja. Ese no sé de qué agrupación es pero si sé que alguien en la plata también la tiene. Lo que más me llamó la atención fue la tipografía: era idéntica. ¿Habrá una letra que se llame “afiches facultad”? No lo sé, pero en eso no tuve sorpresas. La contaminación visual es mucha y las aulas son incluso peores que las nuestras. Qué lindo sentirse en un lugar conocido.
Lo que primero me sorprendió fue la amabilidad de una chica de otra facultad que se molestó en salir y explicarme cómo tenía que llegar a humanidades. Para el que no conoce la UNMP es un complejo enorme, con los edificios todos separados: “Facultad de Cs. Económicas y Sociales”, “Facultad de arquitectura y urbanismo”, “Facultad de Humanidades”, y la última de “la salud” o algo así, o sea, medicina. En fin, llegué. Le tenía mucho miedo al “departamento de lenguas”, no tenemos muy buena experiencia con eso, todas con personalidad de mina que trabaja con mina mezclada con administrativas. Thank God, ¡un amor todas! ¡Divinas! ¡Súper amables y dispuestas! ¡Ni una mala cara! Se tomaron el trabajo de anotarme mails, de explicarme cosas. Me fui feliz. No lo podía creer, ¡cuán amable podía ser la gente! ¡como si supieran que uno necesita sentirse bienvenido!
Después caminé, caminé un montón por zonas de Mar del Plata que te hacen dar cuenta que no estás en una ciudad balnearia, la relación ya va tomando otro color. Todo lo que caminé me disparó tantas otras cosas sobre las cuales reflexionar que serán seguro cuestiones que plasmaré en mis pensamientos: la cantidad de quioscos de diarios que tiene Mar del Plata y con la frecuencia con la que aparecen; la cantidad de locales de lo que se te ocurra que tiene Mar del Plata; lo infinita que es Mar del Plata.
En fin, buscaba una tarjeta para el bondi. Entro a un kiosco y el flaquito no vendía, un señor que estaba parado ahí me dice “te vendo una, tengo tres”. Digna perseguida de ciudad lo miré, sospechando, pensando que seguramente me quería cagar, porque la gente no es copada, siempre te quiere cagar. “Perooooo, este…¿por qué me la querés vender?” Pregunté. Me miró como diciendo,” ¿vos me estas jodiendo? porque sí” me dijo, “me sobran dos”. “¿Sirve?” Insistí, aún tenía dudas… “¿Y por qué no va a servir?” Ya ahí dije, “no tenés motivos para  decir que no”. Traté de justificar mi desconfianza con una razón que creo me hizo desconfiar. La SUBE es personal e intransferible, tenés una con un número tuyo, todo tuyo y es un bardo comprarla y sale como diez pe. Esta sale 3,50 y se la compra cualquiera. Es más, si te subís al bondi sin tarjeta y tenés el boleto justo (o sea $3,25, ¡el boleto más caro del país! me lo dijo el chico del centro de estudiantes, ¡antes era Tandil el más caro!) alguien te presta la tarjeta y le das la plata a la gente copada. Acá (fallido, en La Plata) te faltan diez centavos o no te anda la sube y el chofer por poco te baja. En fin, compré mi tarjeta, le cargué saldo y seguí caminando.
Instantáneamente me sentí feliz. Sentí que acá la gente es más simpática, amable. La gente que es de acá. En la mayoría de los lugares me trataron con una amabilidad que no esta tan lejos de la de pueblo (otro tema, la amabilidad del pueblo). Porque en definitiva no deja de ser una ciudad diferente a La Plata. Es que a veces uno la ve tan grande que cree que es una gran ciudad. Tiene edificios tan altos que puede ser una locura. Pero sin embargo, así de grande y llena de edificios como está, siempre caminas al sol, y siempre se asoma por algún lado sin querer, cuando doblas una esquina, un triangulito de mar y eso te hace sonreír y ya te recarga de energía. Por eso debe ser que acá la gente es tan simpática.

sábado, 9 de febrero de 2013

Empezar el año en carpa...

Es un buen momento porque viví 44 días en carpa y ahora vine de repente, sin que nadie me avise, a la civilización completa: la casa de mis padres. Es un shock muy grande y miles de reflexiones surgen sin que uno lo quiera. Es inevitable pensar en como uno vive una vida tooodos los días de una manera sólo porque cree -o alguien le hizo creer- que es la única manera en que se puede y debe vivir. And it's very, very difficult. Everything. Sometimes. Es como cuando uno no consigue alguien con quien compatibilizar, y duda de uno mismo: "¿estaré feo?", "¿estaré pidiendo mucho?", "¿tendría que haber esperado?" y son meses que pasas convenciéndote de que ¡no! No sos vos, ¡vos estás segura de lo que querés y punto! Irte y vivir de otra forma cuando la mayoría no lo hace así es un poco eso. Convencerte de que sí, de que no es tan difícil. De que aunque todo indique que vos estas errado, no lo estás. Very difficult.
Es un buen momento...y calculo que esto se tratará de eso, de este buen momento.