No vamos a mentir, la vida en auto es
maravillosa. Vas de aquí para allá sin problemas, con música fuerte cantando a
los cuatro vientos. Calentita en invierno, con aire en verano. Maquillándote en
el camino si no llegaste, comiéndote alguna galletita. Escuchando la radio y
riéndote. Contemplando a la gente desde el lugar de conductor. Teniendo más
tiempo para ir de lugar a lugar, dos mates más para tomarte antes de salir o
quince minutos más de sueño.
Pero la verdad es que la vida en bondi, cuando no
es el cotidiano, se disfruta. Salir cual boyscout con todo en la mochila a
cuestas porque el día no termina hasta la noche: cargás agua, computadora,
agenda, hilos para tejer en el flor de viaje que te espera. Vas con todo a
cuestas y el calor empieza a subir, y empezás a chivar de una manera, pero no
estás en el auto que te sacás la campera, la tirás en el asiento del acompañante
y listo. NO. Tenés el celular en el bolsillo, el cable del auricular que te atraviesa, la
bufanda, la mochila que pesa bocha y ¿llevar la campera en la mano? Seguís caminando y
pensás “ya llego, no falta nada.” Y la verdad que, de vez en cuando, hacer la
vida que uno no hace más está bueno; reencontrarse con la parte placentera de
esas cosas.
Y mirás y observás y podés hacer algo
mientras te transportás. Si lo pensás es la excusa perfecta para un pequeño
ocio diario. O un tránsito con más posibilidades, porque cuando se maneja, solo
se debería poder cantar, pero hay que prestar atención, en el bondi eso es optativo.
You choose.
Debo haber preparado materias arriba de los
bondis, terminé novelas, tejí amigurumis. Imaginé las historias más geniales
mirando por la ventana con la frente apoyada sobre una ventana y los lentos del
teléfono. Amé siempre viajar en micro cuando esta vacío
y me siento. Y sé que me espera un momento para mí, para mi pequeño mundito. Un
momento donde también se puede hacer un stop y disfrutar. Cerrar los ojos y
dejar que el sol te pegue en la cara. Eso no se puede hacer en el auto. En el
viaje en bondi canté en River, filmé un videoclip, canté en bandas heavy y tuve
mi bandita de cumbia. También toqué con mi guitarra sola al mejor estilo “Ella
baila sola”. Con la música en los oídos los viajes son aún mucho más
placenteros.
Y llegás a destino con la ropa toda empapada
y cuando lográs aclimatarte te moris de frío cuando la transpiración se fue. Y al
ratito empieza de vuelta, el mini viaje por la realidad elegida. Te podés
quedar acá o ir un poco más allá.
En el segundo día todo fue mejor aún. Esta vez
el viaje es solo a la facultad. Implica menos cosas, otro ritmo, otro sabor. Si
no llego es una falta, pero no al laburo. Si llego tarde, quedo mal, pero ¡qué
más da! Hago lo que puedo. Te acordás de que tus tiempos dependen de que el
bondi llegue en la hora que debería, pero eso nunca sucede. Pero como hacía mucho que no te pasaba, te relajas y disfrutas. Solo dura unos
días.
Pero sí, uno llega más cansado, más tarde y no
llegué de un lugar a otro. Sin el auto una de esas dos actividades tendría que
ser cancelada.
Y sonrío. Y me divierto. Y digo gracias.
Y me acuerdo que
siempre todo va a estar bien,
que la diversión y la paz están adentro,
que el
paraíso siempre está,
solo hay que aprender a verlo.
Happy Anahata to you!
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