Hoy es cinco de febrero, día entero de lluvia,
sin luz. Por lo menos no es invierno, lo hemos pasado en el invierno. Pero
cuando uno esta bien, con el otro digo, la aventura es divertida, cuando todo
esta raro…
El Viento esta furioso, o bailando, o triste.
Es del Sur, estuve escuchando sobre medicina China y el Invierno es Tristeza, son
los riñones, y la tristeza sin propia canalización es enojo. Seguimos sin luz y
no me queda nada de batería. No se puede tejer, no se puede leer… y mejor no
sigo porque hay cosas que sí se pueden hacer.
Pero la mente estos días estuvo fatal, debe
ser Mercurio en mi Casa Siete que no me dio respiro, y mirá que estoy meditando
todos los días, caminando, haciendo las afirmaciones. Hoy leí el capítulo doce
de Mujeres que Corren con los lobos, sobre la cólera y el perdón. Sobre la
montaña que hay que subir para conseguir el tesoro de la paciencia para luego
transformarlo pero saber que es nuestro. Una vez que lo que conseguiste lo
hiciste bajo el velo de la propia perseverancia y voluntad, o también podríamos
llamar entre otros nombres “Saturno”, sentís que no hay nada que te haga
temblar. Ni tu propia mente. Una vez que descubrís el Tesoro con la ayuda de Saturno, es casi como descubrir a Dios.
Pero sigue siendo un trabajo Saturnino y
mientras lo escribo comprendo por qué la acentuación de la hipocondría. Saturno
pasando por mi bella casa seis mi sistema corpóreo. A veces siento la sangre
correr por mis venas, las encimas destrozando el alimento, mi útero, mis
músculos mis huesos. Mis partes deformes e irregulares, la asimetría. Desde la
delgadez veo todas mis diferencias óseas y no es fácil. Y la mente ahí quiere
dudar y temer de este nuevo ser que emerge, de estas nuevas partes que
aparecen. Y así estamos. Escribiendo
siempre para no sentirme tan loca, tan locamente loca, para a vencer no
paranoiquearla y morir en un mar de películas insanas. Porque somos seres
humanos y a veces siento que la vida se me escapa en un segundo. Como si toda
la magia sagitariana fuera raptada por la sombra, como la oscuridad que está
cayendo ahora que no hay luz, la oscuridad es total, y la computadora en muy
breves instantes se va a apagar.
Y ¿qué voy a hacer cuando se apague? ¿Me moriré? ¿Encontraré un nuevo defecto en mi cuerpo para sobrevivir a la plenitud que me
acecha? O podré vencer una vez más la fuerza oscura. A veces con la hipocondría
intento tranquilizarme sabiendo que todo lo que aparece se puede sanar y que si
no es en esta vida es en otra, pero una cosa de mí hipocondría particular es
que todo es letal, todo lleva al fin. Y también pienso en tanta gente que pasó
por operaciones severísimas, accidentes, diagnósticos y acá esta, también
pienso en el sinfín de síntomas “indiagnosticables” porque las cosas en el
cuerpo estan en constante movimiento.
Pero uno sabe con el chip con el que vino, uno
lo quiere transformar por eso sigue firme en el trabajo de desprogramar, de
desvincularse de esos movimientos. Uno también tiene momentos de oscuridad, muy
oscura como esta… son pocos los días que la tormenta acecha incesante como hoy,
pero son y hay que pasarlos.
A veces desearía con fuerza volver al útero, a
la infancia infancia, digo infancia infancia porque la madurez de consciencia
me llegó de pequeña, así como la hipocondría.
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