lunes, 4 de septiembre de 2017

Astrologizada la Vida

Hoy es cinco de febrero, día entero de lluvia, sin luz. Por lo menos no es invierno, lo hemos pasado en el invierno. Pero cuando uno esta bien, con el otro digo, la aventura es divertida, cuando todo esta raro…

El Viento esta furioso, o bailando, o triste. Es del Sur, estuve escuchando sobre medicina China y el Invierno es Tristeza, son los riñones, y la tristeza sin propia canalización es enojo. Seguimos sin luz y no me queda nada de batería. No se puede tejer, no se puede leer… y mejor no sigo porque hay cosas que sí se pueden hacer.

Pero la mente estos días estuvo fatal, debe ser Mercurio en mi Casa Siete que no me dio respiro, y mirá que estoy meditando todos los días, caminando, haciendo las afirmaciones. Hoy leí el capítulo doce de Mujeres que Corren con los lobos, sobre la cólera y el perdón. Sobre la montaña que hay que subir para conseguir el tesoro de la paciencia para luego transformarlo pero saber que es nuestro. Una vez que lo que conseguiste lo hiciste bajo el velo de la propia perseverancia y voluntad, o también podríamos llamar entre otros nombres “Saturno”, sentís que no hay nada que te haga temblar. Ni tu propia mente. Una vez que descubrís el Tesoro con la ayuda de Saturno, es casi como descubrir a Dios.

Pero sigue siendo un trabajo Saturnino y mientras lo escribo comprendo por qué la acentuación de la hipocondría. Saturno pasando por mi bella casa seis mi sistema corpóreo. A veces siento la sangre correr por mis venas, las encimas destrozando el alimento, mi útero, mis músculos mis huesos. Mis partes deformes e irregulares, la asimetría. Desde la delgadez veo todas mis diferencias óseas y no es fácil. Y la mente ahí quiere dudar y temer de este nuevo ser que emerge, de estas nuevas partes que aparecen.  Y así estamos. Escribiendo siempre para no sentirme tan loca, tan locamente loca, para a vencer no paranoiquearla y morir en un mar de películas insanas. Porque somos seres humanos y a veces siento que la vida se me escapa en un segundo. Como si toda la magia sagitariana fuera raptada por la sombra, como la oscuridad que está cayendo ahora que no hay luz, la oscuridad es total, y la computadora en muy breves instantes se va a apagar.

Y ¿qué voy a hacer cuando se apague? ¿Me moriré? ¿Encontraré un nuevo defecto en mi cuerpo para sobrevivir a la plenitud que me acecha? O podré vencer una vez más la fuerza oscura. A veces con la hipocondría intento tranquilizarme sabiendo que todo lo que aparece se puede sanar y que si no es en esta vida es en otra, pero una cosa de mí hipocondría particular es que todo es letal, todo lleva al fin. Y también pienso en tanta gente que pasó por operaciones severísimas, accidentes, diagnósticos y acá esta, también pienso en el sinfín de síntomas “indiagnosticables” porque las cosas en el cuerpo estan en constante movimiento.

Pero uno sabe con el chip con el que vino, uno lo quiere transformar por eso sigue firme en el trabajo de desprogramar, de desvincularse de esos movimientos. Uno también tiene momentos de oscuridad, muy oscura como esta… son pocos los días que la tormenta acecha incesante como hoy, pero son y hay que pasarlos.


A veces desearía con fuerza volver al útero, a la infancia infancia, digo infancia infancia porque la madurez de consciencia me llegó de pequeña, así como la hipocondría.

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