viernes, 31 de enero de 2014

La vida en un bolso

Todavía no llegó ese momento donde quizá duermas tres meses seguidos sin parar en el mismo lugar. Esa sensación de no llamar a ningún lugar “tu” lugar. Y no es que no te sientas a gusto, pero el hogar se genera y es lo que muta, en cambio el lugar sería lo que alguna vez quedará intacto.

Entonces la vida se te tiene que ir simplificando, pero a la vez te das cuenta cuán complicada la tenes. Porque trasladar tu hogar implican algunas cosas que están con vos en tu rutina, en tu convivencia, para sentir el hogar necesitas ciertas cosas. Claramente podrías vivir sin ellas pero no considerás que tengas ganas de sacrificar eso. Entonces el bolso con dos muditas “por si las dudas”, desodorante, ropa interior, por si vas a correr, la compu, las cosas para estudiar, el tejido. Y me preocupo… ¡cuántas cosas necesito para vivir tranquila de que tengo todo! E instantáneamente sé lo poco que me cuesta y lo feliz que me hace saber que tengo todo eso cerca, conmigo y, más genial aún, que me entra en un bolso. El otro día hasta me traje mi yerba, porque me iba a quedar unos días acá en la plata.

Y en el año habré viajado unas doce veces (MDQ-LP//LP-MDQ). Si ahí no aprendí a vivir la vida en un bolso, ¿cuándo? Ahí perdí un poco las ganas, se le fue la emoción, eran muy pocos días y hacer un bolso para ir y volver es tan escueto que estás en ese límite de decir “¿me estoy zarpando en simple?” Y no, ya lo mecanizaste y la “armada de valija” como sinónimo de esa ansiedad-por-viajar-porque-te-vas-de-vacaciones la perdiste (¡qué punto importante!). Es parte de tu rutina, pierde la emoción o -no seamos pesimistas-, se transforma.

Cepillo de dientes. Ya dejé uno en cada casa, no me puedo permitir olvidarme el cepillo de dientes. El resto va en un bolso hermoso boliviano que me regaló mi mamá o en mi eterna compañera mochila quicksilver

. Hasta llegué a verle el lado muy positivo a la vida en bolso: tengo la excusa perfecta para comprarme un bolso nuevo bien copado, con onda y grande. Me gusta que las cosas que forman parte de mi cotidianidad sean divertidas, me alegren el instante, el segundo. Que todo lo que me rodea sea dentro de las posibilidades hermoso.

Mi cartera es una mini-vida en un mini-bolso. Y eso me hace feliz. Es como llevar mi maletín con entretenimientos propios, el pequeño mundo propio en algún lado (el bolso del clown se me viene a la mente). Va el anotador divertido, los mini-mandalas, la agenda, neceser con cositas, etc. Generalmente la cartera es un lugar en el que la gente elige lo que tiene todo el tiempo: la billetera se elige (admitamos que hay mucha gente que no); hay gente que no tiene billetera, tiene monederitos. Hay otras que eligen las billeteras de cuero en colores pasteles. Las billeteras fucsias con la hebilla dorada; las de “tal o cual” casa. Con tachas, de pielcita, víbora, de tela, de cuero pintada a mano, del “cencerro”. Cada una devela la personalidad de quien la porta, 100%. (Recordarme escribir una lista definiendo la personalidad de la chica que sería dueña de cada billetera tipo: la que tiene colores pasteles o toda negra o blanca seguro es contadora, abogada y tiene un look más bien sobrio. La que es dueña de la fucsia de gamuza con una hebilla dorada no nos cabe dudas que tiene pelo largo casi por la cintura en el tono de un castaño bien clarito, un vestido fucsia de sedita sobre las rodillas está muy bronceada y lista para ponerse las hawaianas de tacos para ir a comprar churros) (tachar “recordarme escribir lista…” porque lo acabo de hacer).

En fin, la vida se lleva siempre reducida, pero cuando vas a estar tanto tiempo lejos de lo que es tuyo grande y no podes trasladar fácilmente y no podes andar llevando a cuestas, te das cuenta que a la vez sos feliz, feliz de chocha con poco.

La malla, una toalla, películas, el cargador del celular…


En fin, la vida en un bolso.

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