Daniel San: ¡Sr. Miyagi todo ha terminado, olvídelo. Tengo miedo salgamos de aquí me quiero ir a casa!
Miyagi San: ¡No puedes! ¡No debes! ¡Esta bien perder ante el oponente. No se debe perder ante el miedo!
Daniel San: Le tengo miedo a él ¿sí? ¡¿Qué quiere que haga?!
Miyagi: Mantén concentración. Tu mejor Karate está aún en tu interior. ¡Es hora de dejarlo salir!
Seguramente en estos días anduviste mirando para arriba, al menos eso hago yo cuando por momentos me quedo sin respuestas, me canso un poco de la espiritualidad y casi que caigo en las garras de la desconfianza. Pregunto y pregunto ¿qué más? ¿Por qué? ¿No era que ya venía Sagitario? ¿No era que ya habíamos despegado? ¿No era que ya habíamos pasado por la oscuridad escorpiana? ¿No era que…? Mientras tanto sigo, no resisto, o resisto un poco y vuelvo a aprender.
El Miedo, el Vértigo, esa gran energía, emoción que aparece, que viene casi sin avisar, o sin avisar directamente cuando creíamos que ya no le teníamos miedo a nada. Aparece cara a cara, frente a nosotros y lo miramos y como Daniel San, a veces queremos decir “basta”, “me rindo”, pero al instante nos damos cuenta que, si estamos en este camino, ya no hay vuelta atrás. Ya sabemos de qué se trata, ya conocemos la historia, ya lo hemos hecho antes. Esta escena es la final de las tres Karate Kid, Daniel ya enfrentó otras veces la sensación de que ni el cuerpo ni la energía lo iban a acompañar, sintió la derrota en el cuerpo, en la mente, por un instante. Necesitó sentirla para poder darse cuenta que podía vencerla. A veces, necesitamos sentir que queremos rendirnos, para darnos cuenta que no. Es paradójico, ya lo sé, me van a volver a preguntar ¿por qué? ¿Por qué? y ¿Por qué? Y la respuesta es tan compleja como pisciana, tan confusa como las emociones y tan intangible como el Alma. Hay algo dentro de nosotros que nos hace seguir: esa Luz latente, esa experiencia que no fue en vano, que nos grita fuerte desde un lugar profundo que vamos a salir, que vamos a estar bien, que podemos vencer el miedo. Pasa que claro, cada oponente es diferente, cada lucha interna tiene un color distinto. Aunque se parezcan todas tienen algo nuevo, todas tienen un desafío particular, singular y ahí vamos con Urano haciendo de las suyas.
Estamos de cara a la Luna Llena en Géminis, estamos de cara al enfrentamiento interno una vez más de quiénes queremos ser, estamos como Daniel San en esa pelea final pero acá sabemos que somos nuestro propio maestro recordándonos “Mantener la concentración.” Si trabajamos por saber qué nos guía, no hay oponente que nos derribe, solo nuestro miedo interno puede hacernos flaquear. Algunos decidirán salir corriendo, otros quedarse peleando hasta el final. Si nos preguntamos por qué, si nos enojamos por el cómo, perdemos energía y volvemos a empezar. A Daniel lo obligan a pelear, lo ponen entre “la espada y la pared”; las fuerzas de la vida a veces no tienen lógica mental, solo queda confiar. Pero él tiene una técnica, siempre la tuvo, y una vez más lo va a intentar. Y, justamente, se trata de respirar.
Es una prueba más, de tantas que vendrán. En definitiva el gran salto que estamos dando es darnos cuenta que en la vida esa “meta,” ese “final” donde no había más nada que aprender no existe sino que es un eterno viajar.
A veces ganamos fácil, otras llegamos hasta el último round. Que la fuerza, la concentración, la alineación y el Amor este con todos nosotros. Confiemos, confiemos, confiemos. No es que ya llega la celebración. El festejo ya llegó, ya somos otros, ya el proceso tiene otro color. Y no menos importante, no estamos solos, somos un montón.
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