jueves, 5 de mayo de 2016

La Ansiedad

Esa que tanto me cuesta combatir, esa que tanto me cuesta aceptar. Ese karma que creo que estas generaciones estamos pagando a nivel raza, especie, estado de consciencia. Esa que por momentos me hace correr constantemente detrás el misterio alado, me hace hervir la sangre en energía, me hace tensionar mi espera de día y me duele cuando no es alegría.

La ansiedad que cala hondo en mis entrañas, que la siento como la parte exacta de mi célula que es. Que es mía y es tuya, que es de todos y de aún más. Por eso mismo trabajo arduamente en no dejar que me condene, que me conquiste y me domine. Por eso traté antes con esa misma ansiedad y ahora con bastante menos, de buscar las formas y maneras de sacarla de mi sistema. A veces siento que cuando nací me vacunaron con ansiedad, con prisa, con furia. La vacuna literal y la otra social, que minuto a minuto vamos consumiendo.

La ansiedad que pobre ella, ella en realidad no tiene la culpa. Porque la ansiedad tiene cosas buenas, o no sé si buenas, pero necesarias, sanas en su justa medida y combinada con otros sentimientos como emoción, responsabilidad, consciencia, alegría, respeto, dan resultados muy lindos para el alma.

La ansiedad es linda cuando un viaje esta por llegar, cuando hace mucho que no vemos a alguien que amamos y falta poquito para un encuentro. Cuando cocinaste con un amor enorme, una ansiedad sana y preciosa de tener ganas de que todos prueben tu amor, más que tu comida. La ansiedad de un encuentro con amigos, de conocer un sobrino. Ni hablemos de conocer un hijo, de mudarte, de cambiar de vida. Una cucharada sopera de ansiedad con cinco gotitas de adrenalina disueltas en una taza de disfrute puede ser una hermosa manera ver el lado positivo de la ansiedad.

La ansiedad, como el miedo, la tristeza, la alegría es una emoción que es parte de nuestro ser, de nuestra esencia y gran parte del desafío al que hemos llegado como raza humana en la evolución de consciencia es bajar las altas dosis de ansiedad con las que nos hicieron creer que tenemos que vivir. 

No hay apuro, no hay necesidad urgente, no hay defecto, diría el I.Ching.

No hay lugar a donde llegar, ya llegaste, estas acá.


Lo lindo sería esperar ansiomorosamente con un té de Lavanda la próxima experiencia desprovista de ansiedad que el universo nos tiene para regalar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario