Esa que tanto me cuesta combatir,
esa que tanto me cuesta aceptar. Ese karma que creo que estas generaciones
estamos pagando a nivel raza, especie, estado de consciencia. Esa que por
momentos me hace correr constantemente detrás el misterio alado, me hace hervir la sangre en energía,
me hace tensionar mi espera de día y me duele cuando no es alegría.
La ansiedad que cala hondo en mis entrañas,
que la siento como la parte exacta de mi célula que es. Que es mía y es tuya,
que es de todos y de aún más. Por eso mismo trabajo arduamente en no dejar que
me condene, que me conquiste y me domine. Por eso traté antes con esa misma
ansiedad y ahora con bastante menos, de buscar las formas y maneras de sacarla
de mi sistema. A veces siento que cuando nací me vacunaron con ansiedad, con
prisa, con furia. La vacuna literal y la otra social, que minuto a minuto vamos
consumiendo.
La ansiedad que pobre ella, ella en realidad
no tiene la culpa. Porque la ansiedad tiene cosas buenas, o no sé si buenas,
pero necesarias, sanas en su justa medida y combinada con otros sentimientos
como emoción, responsabilidad, consciencia, alegría, respeto, dan resultados
muy lindos para el alma.
La ansiedad es linda cuando un viaje esta por
llegar, cuando hace mucho que no vemos a alguien que amamos y falta poquito
para un encuentro. Cuando cocinaste con un amor enorme, una ansiedad sana y
preciosa de tener ganas de que todos prueben tu amor, más que tu comida. La
ansiedad de un encuentro con amigos, de conocer un sobrino. Ni hablemos de
conocer un hijo, de mudarte, de cambiar de vida. Una cucharada sopera de
ansiedad con cinco gotitas de adrenalina disueltas en una taza de disfrute
puede ser una hermosa manera ver el lado positivo de la ansiedad.
La ansiedad, como el miedo, la tristeza, la
alegría es una emoción que es parte de nuestro ser, de nuestra esencia y gran
parte del desafío al que hemos llegado como raza humana en la evolución de
consciencia es bajar las altas dosis de ansiedad con las que nos hicieron creer
que tenemos que vivir.
No hay apuro, no hay necesidad urgente, no hay defecto,
diría el I.Ching.
No hay lugar a donde llegar, ya llegaste,
estas acá.
Lo lindo sería esperar ansiomorosamente con un
té de Lavanda la próxima experiencia desprovista de ansiedad que el universo
nos tiene para regalar.
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