martes, 9 de agosto de 2016

Tejido Energético


Creímos que todo era igual.
Que la línea directa era nuestro primer canal.
Que el mundo iba derecho,
Firme y hacia un solo lugar.
Que cada pedacito de nuestra vida
Tenía un solo final.

Soñé el sueño de todos,
me costó descubrir el mío.
Inmersa en un ritmo determinado
Empapada de un futuro tranquilo.

Las placas tectónicas de la psique están pidiendo a gritos que reconozcamos su llamado. Que nos hagamos cargo de su movimiento y del nuevo relieve que nace.
A gritos pelados porque ya no entienden cómo no sentimos semejante movimiento.
En lo profundo, en el alma, algo se está intentando comunicar. Algo mucho más profundo que un lenguaje de palabras. Alguno mucho más lejano que un simple “ganas de” o “me gustaría”.

Pulsan fuerzas desconocidas, al menos para nuestro ego tan ocupado, suenan placeres que parecen de otros mundos y colores que creemos que de tan geniales solo pueden haber sido inventados.

La verdad. El amor. Cuánto hablamos de eso hoy. De nuestros más hondos pesares y nuestros más hermosos sentires.

Internalizar, elaborar, trabajar, saberse confundido entregado a la “des.confusión”. 

Entregarse. Entrega y confianza.

Líneas, líneas rectas una y otra vez.

Faltan espirales, faltan ciclos naturales, faltan trabajos emocionales.

Emoción/sentimiento, dolor/sufrimiento. Uno de mis primeros aprendizajes, sino el más claro y profundo. Palabras que para mí iban y venían, así como así.

Responsabilidad. Compromiso. Libertad.

Animarse a reescribir definiciones. Animarse a desafiar tantas convenciones. Animarse a sentirse re.evolucionario, que el compromiso sea tal que lo hago aunque nadie me este mirando.

Responsabilidad de mostrar verdad. Verdad me lleva a integridad, integridad a coherencia en la verdad. No necesitas mostrar la perfección del resultado del proceso, necesitas mostrar el reconocimiento de la profundidad.

Después todos vamos, caminando hacia allá. Allá ese lugar donde las cosas empiezan a cambiar. Donde el lenguaje ya no es ese de antes, donde muchas cosas comenzaron a pasar. Donde la espera no se trata de pasividad, conde la paciencia comienza a hacer una manera de accionar.

La paz mental, un ego maduro, un animarse fuerte a concebir otro futuro.
Me encanta el adjetivo fuerte, es una palabra con peso y me encanta usarla “te amo fuerte

Tenemos que perderle miedo a la intensidad positiva. A la adrenalina sana, al amor infinito. Tenemos que perderle el miedo a lo maravilloso, tenemos que perderle el miedo a ese injusto sello que nos han dejado tan bien grabado: “siempre hay algo por lo que penar, nunca todo esta bien” Y volvemos, porque nunca creamos nuestra propia vara de medida, la que nos activa todos los chakras y nos los deja en un  hermoso arco iris de equilibrio.

Sanar. Re.conectar. Tejer es re.conectar.

Y podría seguir, una y mil veces, uniendo los puntos de la universalidad.

Mi ascendente, mi sol, mi luna, todo plasmado en la realidad una sincronía perfecta con la Eternidad.


sábado, 7 de mayo de 2016

Sanar los Hilos

Las dos agujas bailan chocándose suavemente una con otra para hacer bufandas. Me crié con el tintineo de agujas, a veces de metal, otras de madera. Mi mamá nunca fue una gran tejedora pero con empeño y esfuerzo siempre se las arreglaba para tejer, o mejor dicho, siempre estaba tejiendo algo: si no era un pulóver, era una bufanda. En sus ratos libres, en el horario de la siesta o después de cenar venían de visita las bolsas con el tejido de cada una. Lo mío siempre eran bufandas; amaba las dos agujas pero los puntos más avanzados eran un gran misterio para mí. Un arte de una complejidad inalcanzable, algo que no creía poder llegar a hacer. De hecho, cada vez que me equivocaba tenía que recurrir a ella para que me ayude y, aunque me lo explicara, nunca lo podía descifrar.

Ella hacía pulóveres, trenzas en las tramas, bordes. Recuerdo observar asombrada cómo se desenvolvía con el tejido, había una parte de ella muy oculta que aparecía cuando la miraba en esa situación, una mamá sabía y tranquila, que respondía a otras cosas aparecía a través de ese saber. Nunca escatimábamos en lana, siempre me compraba la que me gustaba, o las agujas que faltaban. Siempre hubo lanas en casa, si querías tejer, tenías lanas, agujas, cosas empezadas, cosas sin terminar.

A medida que pasaron los años seguí tejiendo como si fuera una religión, llegaba el invierno y yo alguna bufanda me tejía. Si tenía novio seguramente le tejería una a él también. Seguía teniendo el mismo problema de la dificultad, y mamá ya no tejía tanto, no tenía tanto tiempo. Me hacía un pulóver al año -que ahora me arrepiento de haber regalado- pero le costaba el tema del talle y el tema del tiempo. Pero orgullosa y feliz yo usaba lo que mamá había tejido, amaba tener una mamá que me tejiera ropa. Ahora la amo más, ahora la entiendo más.

Las dos agujas siguieron repiqueteando siempre en el ritmo de mi historia. Nunca faltaron en mi casa familiar, en mi departamento cuando me fui a vivir sola, nunca faltó el tejido. Tejiendo fui los hilos, pero las dos agujas no me permitían volar. Siempre me había costado entenderlas, interpretarlas, pero a la vez, no podía dejar de usarlas. Fascinación por las lanas, las texturas, los colores, ganas de tejer sin parar los amores.

Después, pasado el tiempo y ya viviendo sola, conocí el Crochet y me hice dueña y parte de un arte sabio y maravilloso. Esa agujita sola que para mí escondía secretos mágicos fue quien me hizo ganar confianza en el sencillo arte de aprehender, transmitir, canalizar y evolucionar. Se hizo mi aliado, confidente y terapeuta; el Crochet, ese gran, gran amigo mío.

Y con ganas siempre seguía mirando a las dos agujas porque para la ropa no hay como tejer a dos puntas. Siempre me gustó más la trama de ellas, con más estilo y glamour que las otras. Entonces me aventuré a prestar atención, a tener paciencia y amor. Y salieron cosas geniales, trenzas, corazones y pulóveres invernales. Gorros, alfombras y un mundo de sombras.

Hoy volví a las amadas dos agujas, hacía tres años que no tejía con ellas. Me corren los hilos por las venas, la infancia por la sangre, la madre en el vientre y la salvia que me acompaña. Saberes infinitos que hoy puedo agradecer, mi gran madre tejedora que tanto alberga en su saber. Gracias por mostrarme la imagen de la tejedora, gracias por mostrarme la seguridad de tejer la propia red, la sabiduría de a pesar de todo, aprender. 

La enseñanza del don buscado, encontrado y trabajado. 

Nada llega sin que sea esperado.


Las agujas dibujan el recorrido de la historia, las dos agujas chocan cantándome las memorias. De la niña que fui, de la niña que supo tejerse sus bufandas para cubrir su humilde vocecita y garganta de quién sabe cuántas guerras e infiernos anteriores. Para proteger su verdad y no volverla a gritar, para proteger su silencio y no perderlo sin cesar.

jueves, 5 de mayo de 2016

La Ansiedad

Esa que tanto me cuesta combatir, esa que tanto me cuesta aceptar. Ese karma que creo que estas generaciones estamos pagando a nivel raza, especie, estado de consciencia. Esa que por momentos me hace correr constantemente detrás el misterio alado, me hace hervir la sangre en energía, me hace tensionar mi espera de día y me duele cuando no es alegría.

La ansiedad que cala hondo en mis entrañas, que la siento como la parte exacta de mi célula que es. Que es mía y es tuya, que es de todos y de aún más. Por eso mismo trabajo arduamente en no dejar que me condene, que me conquiste y me domine. Por eso traté antes con esa misma ansiedad y ahora con bastante menos, de buscar las formas y maneras de sacarla de mi sistema. A veces siento que cuando nací me vacunaron con ansiedad, con prisa, con furia. La vacuna literal y la otra social, que minuto a minuto vamos consumiendo.

La ansiedad que pobre ella, ella en realidad no tiene la culpa. Porque la ansiedad tiene cosas buenas, o no sé si buenas, pero necesarias, sanas en su justa medida y combinada con otros sentimientos como emoción, responsabilidad, consciencia, alegría, respeto, dan resultados muy lindos para el alma.

La ansiedad es linda cuando un viaje esta por llegar, cuando hace mucho que no vemos a alguien que amamos y falta poquito para un encuentro. Cuando cocinaste con un amor enorme, una ansiedad sana y preciosa de tener ganas de que todos prueben tu amor, más que tu comida. La ansiedad de un encuentro con amigos, de conocer un sobrino. Ni hablemos de conocer un hijo, de mudarte, de cambiar de vida. Una cucharada sopera de ansiedad con cinco gotitas de adrenalina disueltas en una taza de disfrute puede ser una hermosa manera ver el lado positivo de la ansiedad.

La ansiedad, como el miedo, la tristeza, la alegría es una emoción que es parte de nuestro ser, de nuestra esencia y gran parte del desafío al que hemos llegado como raza humana en la evolución de consciencia es bajar las altas dosis de ansiedad con las que nos hicieron creer que tenemos que vivir. 

No hay apuro, no hay necesidad urgente, no hay defecto, diría el I.Ching.

No hay lugar a donde llegar, ya llegaste, estas acá.


Lo lindo sería esperar ansiomorosamente con un té de Lavanda la próxima experiencia desprovista de ansiedad que el universo nos tiene para regalar.

jueves, 25 de febrero de 2016

Revoque Fino o el Arte de Terminar.

Detalles. Cerrar las grietas más pequeñas que aparezcan, entrar en la minuciosidad del peligro de la perfección. Mirar más de cerca, pasando los ojos casi en cámara lenta por la superficie. Deslizar la mano como acariciando la pared, para ya sentir y no ver tanto cuánto le falta para estar terminada. Temperatura, textura, polvo, liso, rugoso. Revocar, rellenar, unir, fusionar, alisar: empezar a terminar.

Mirar de lejos, mirar de cerca, ir y venir en el constante cierre de imperfecciones. Y entonces la perfección sale a luz y ¿qué es la perfección? ¿cuándo se alcanza? ¿es sano buscarla o es sano redefinirla? ¿la imperfección es la perfección? No sucumbir ante ese fantasma ansioso que nos hace creer que debemos llegar a ella. Como si el ser humano (el ser) estuviera en algún punto destinado a vencer esa barrera, descubrir esa alta paradoja: la vida misma. 

Así como en lo físico pasamos por etapas de desarrollo, en lo espiritual y experimental creo que también. Convertirse en un ancestro y conectar desde lo profundo de la necesidad de supervivencia con la sabiduría nos trae revelaciones altamente puras, desprovistas de muchísimas experiencias previas, porque son nuevas. Porque jugamos (y no) a no saber, jugamos de verdad a experimentar, a ser valientes y crear nuestra propia mezcla, nuestro propio “barrito”, nuestro propio modo. Claro que antes de animarnos, escuchamos a los sabios que ya lo hicieron antes, los sentimos muy cerca, los vibramos, desde todos los ángulos para trascenderlos y evolucionar. Y siempre se agradece lo anterior, porque siempre estuvo en nosotros desde un primer momento. Y al recordar sucede la magia, lo maravilloso, ¿lo perfecto?

Zambullirse en el mar de sensaciones que produce querer llegar a la nueva definición de perfección. La primera mano es desprolija, las primeras veces somos desprolijos. Y de a poco,una vez puesta la mezcla, esa nueva, esa que no sabemos de qué color va a quedar (pero ese es otro aprendizaje), no sabemos cuánto va a tardar en secar… Y luego de amasar el barro, comienza a pasarse una espátula que une, que alisa, que emprolija, que sin querer nos va llevando a ese lugar que queremos llegar. Y en el camino novedad de vuelta: ¿con qué alisamos los tramos? ¿cómo llegamos a la perfección más rápido? Porque también eso es parte de esa bendita ansiedad, olvidarnos del resto por el objetivo perfecto. ¿Hay objetivo perfecto y único? ¿Hay equilibrio si seguimos un objetivo perfecto y único? Entonces vuelve el aprendizaje de la imperfección en la perfección, el tiempo necesario para llegar. 

¿Cuánto tiempo?

No hay tiempo.

Otro gran descubrimiento, el tiempo es terminar. Pero no es “terminar en tres, cinco o siete días; es, con todo lo aprendido anteriormente, llegar al lugar, cerrar las grietas, seguir uniendo. A la vez, cuando no está seco, no está seco, no se puede seguir. Hay que esperar. Porque si seguimos haciendo cuando el barro dice que hay que esperar, el barro se salta, se sale, se levanta: habla.

Entonces ese es un buen momento para sentarse a tomar un mate y contemplar, cuánto aprendizaje puede haber en un simple y amoroso revoque fino de una casa de adobe hecha con tu propias manos.