jueves, 21 de agosto de 2014

La Muerte

"Y muerte ya no habrá más (coma) muerte morirás. Solo un instante, una coma, separa la vida de la vida eterna"

Y aquí estoy, una hora y media después (de mirar Wit)
Esos momentos donde las casualidades no existen.
Donde las causalidades sobran y son lo más natural que te sucede.

Si vamos a cómo llegué hasta acá, abundan los datos de que la energía y el destino existe. Mi última materia me trajo, empieza desde allá hace trece años atrás la historia. Y si me quiero ir más lejos, empieza allá a los siete donde por las noches la muerte me desvelaba y se robaba todas mis angustias y mis lágrimas. Donde el miedo a desaparecer me hacía retorcer la boca del estómago, donde me costaba acallar el llanto y silenciarlo.
Allá por los siete donde sentí que la primer muerte cercana me arrancaba una parte, me desdoblaba en dos, literalmente no me dejaba dormir.

Ese terror a sucumbir en un suspiro, ese miedo a la inmensidad desconocida. Ese terror al sufrimiento, al dolor. Esa imposibilidad de entender, a tan corta edad, de qué se trataba eso que dolía y paralizaba tanto. Durante mucho tiempo rondó en mi cabeza y fui haciéndole frente a la idea. Fui buscando los caminos para entender por qué si todo era tan cíclico y tan natural era que la muerte era tan trágica y terminal.

¿Por qué, si existía un Dios (Cristiano y salvador) había que morir para vivir?
Debe haber sido desde los siete que no pude resistir tomarme esta causa como una lucha, que la vida tenía que tener un sentido más que el de vivir y morir, así, sin más.

Debe haber sido que algo me decía que las respuestas iban a llegar que nunca abandoné esta bendita vida universitaria, esta "carrera" que le llaman algunos, esta "profesión" que le dicen otros, esta "burocracia con la que hay que cumplir" en un idioma un poco más político, esta "elección de vida" en mis términos más espirituales.

¡Oh, casualidad! En el fin de mi formación profesional, de mi extensa formación universitaria me cruzo con John Donne y con su (¡oh casualidad!) duda existencial.

¡Oh, casualidad! Me cruzo con un poeta que entiende que la experiencia es la vida misma, que la experiencia en sí es una paradoja, que la fe y la ciencia no pueden sino entenderse desde las diferencias y así, ser necesarias la una y la otra para explicarse mutuamente.

Entender que la vida es una muerte constante y por lo tanto un renacer en cada despedida es entender que la paradoja es la vida misma, es la eternidad que proclamamos cuando para obtenerla debemos decirle adiós a esta dimensión.

Es saber que si no dejamos alguna respuesta sin resolver, sería todo muy fácil y mecánico y eso, a su vez, puede ser la paradoja de la existencia. 

Somos el equilibrio perfecto entre un cuerpo que es una máquina inteligente que funciona a la perfección y un universo tangible en los niveles más sutiles y extraordinarios de conciencia.

Entonces, dejaré morir a la que hace 13 años vivió para entender en una carrera que atraviesa su existencia. Lloraré cada uno de sus logros y sus fracasos y como alguien ve la vida pasarle en un minuto en sus últimos momentos, yo siento que una parte de mi se va con esta aceptación de la muerte misma.

No le perdí el miedo a la muerte, le perdí el miedo a la verdad.

Muerte, morirás y vida siempre serás.

(Link de la peli: https://www.youtube.com/watch?v=pb9bQ-I-aV4 )

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