Yo sabía que quería estar más en casa. Que
tenía ganas de trabajar de algo donde yo decidiera mis tiempos, mis ganas, un
trabajo que sea 100% placer. Me resignaba a la idea de que todo intercambio
monetario en algún punto del trayecto se convirtiera en un peso, un tedio, una
cosa que, de no ser por el dinero, no haríamos definitivamente.
Sabía que quería esos almohadones tejidos de
colores, me encantaban para mi casa. Empecé a averiguar precios, me parecían
carísimos, dije “no, de ninguna manera. Esto no debe ser tan difícil de hacer.”
Ahí descubrí que existía un producto que se llama “totora” que es tela
ovillada (cualquier tipo de tela: modal, polar, lino, acetato, etc.). Qué
casualidad que justo a la vuelta de mi casa estaba quien luego sería mi principal
proveedor de materia prima: Lo de Omar. No dudé fui me compré totoras y la
aguja que hiciera falta para empezar a tejer.
No sabía tejer a crochet. Siempre tejí
bufandas a dos agujas, siempre recto y sin mucha vuelta. Para mí el crochet no
solo que no era lindo, sino que era imposible “¿¡Tejer con una sola
aguja?!”. Recurrí a revistas, impossibe. No entendía nada. Recurrí a mi
amiga hermosa -la Negra- y le dije “necesito empezar a tejer a crochet, enseñame el
básico” Y así fue que en un viaje a La Caleta hice mi primer circulazo, todo
medio chingado, probando aumentar, disminuir, etc.
Feliz. Un mundo nuevo empezaba, ¡sabía tejer a
crochet!
Así comencé a hacer las primeras alfombras de
totoras. Me copé con los colores. ¡Venían unos colores tan divertidos! Y mi
cabeza empezaba a tener ganas de más, algo me decía “¿y si hacés esto? ¿Y
aquello?
Pero claro, tenía limitaciones. No sabía más
que un punto, aumentaba y disminuía como me parecía. Entonces descubrí a mi
maestra “nanocreaciones” en youtube. Ella me enseñó casi todo, ¡y no lo sabe!
Ahí empecé a hacer cuadrados, rectángulos, colores fluorescentes (cuando
todavía no estaba tan de moda). Me empecé a enamorar de las alfombras, me
enamoré de poder plasmar mi imaginación y creatividad. En darme cuenta que lo
que recreaba en mi cabeza, podía hacerlo realidad.
Cuando tenía una pila de diez alfombras empecé
a pensar que, o hacía algo con eso o me iban a internar en un psiquiátrico. Oh
casualidad Pies nació ya cansada de un año de trabajo que no me dejaba mucho
aire a que saliera otra parte de mí.
Me encuentro con otra amigaza de la vida -la "Vacota"- que
hacía feria, “Venite,” me dijo.¡Y dale! ¡Me animé! Ahí empecé a jugar: posapavas,
paneras, cajitas, mi bolso. No me animaba
al bolso y me hice el mío y obvio hizo furor y me encargaron varios.
El comienzo de una historia Genial. La
historia de Pies. Quería ponerle desde el principio ese nombre, pero pensé
otros. Cuando me decidí mi hermano me hizo como tres tarjetitas. De hecho la
original dice “ALFOMBRAS” como algo que predominaba, pero no iban a ser las protagonistas.
Con el tiempo hice bolsos, después cartucheras
y con las cartucheras tuve que aprender a coser cierres, cosa poco fácil. Con
las carteras me di cuenta que necesitaba una máquina, que necesitaba comprar en
la casa de cueros. Que tenía que buscar la manera de que no sea tanto trabajo,
pero también sí. Empecé a hacer pantuflas y fueron un éxtio, y las cartucheras
también, y los bolsos también. Y yo no me daba mucho cuenta de nada. ¡Ah!
También siempre supe cómo quería que fuera mi packaging. Quería bolsas de colores y nunca dudé que
las haría yo. Me compré una máquina de coser para hacerlas.
Y un buen día, otra hermosa amiga me preguntó
si me animaba a hacerle los souvenirs de cumpleaños de su hija. Los famosos
pollitos/pajaritos. Le dije que me deje probar a ver si me salía. No dudé, fue
un sí y otro portal de traspaso a un mundo nuevo y hermoso.
Los pajaritos y el mundo de los amigurumis.
Y me fui al mar. A tejer al mar. Y sin
trabajo, este era mi único trabajo. Tejí en el departamento la primer jirafa.
En ese departamento que aunque por unos diez días nada más fue mi casa, me
refugió en momentos importantísimos. Nunca dudé que estaba en mi casa. Tenía
mis banderines, mis frascos, mis lanas, mi computadora. Y empecé a probar: el
chancho, el pulpo, la jirafa, el osito. En la caleta el pingüino, la vaca, la
oveja.
En la caleta la lana, las dos agujas. Aprendí
a hacer trenzas a dos agujas, a hacer vinchas, gorros, chalecos, mitones. Los
mitones fueron otro exitosísimo hermosor.
Hoy, todo ese trabajo hecho en la caleta tuvo
su recompensa porque casi nada me queda de eso, lo vendí. Y lo que no, lo
regalé.
Hoy tengo un trabajo donde tengo un montón de
trabajo, pero si me tomo mi tiempo, si no miento al decir que no es mi único
trabajo y por eso no puedo tardar menos. Pies de Colores es el
compromiso con vibrar colores mientras se crea. Con amar cada tejido siendo
consciente de que es para alguien: esa jirafa, ese conejo, esa pantufla,
esa manta va a significar algo. Quiero que Pies siempre trate de estar intacto
y feliz con su universalidad y alegría. Por eso no elijo hacer más pero con
menos amor, por eso elijo hacerlo yo. Porque Pies de Colores no es
una idea, un tejido, un trabajo hecho a terminar. Pies es mucho disfrute
justamente por la manera y estado en que se hace.
Pies se medita, se vibra, y luego, se plasma.
Gracias universo por este hermoso regalo y a
todos ustedes por hacerlo seguir caminando.
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