sábado, 22 de septiembre de 2018

Nostalgia.



Es que el ruido de la lluvia pegando en la chapa, es que el techo de madera machimbrada, es que el entrepiso de madera, el estilo cabaña, las hojas del árbol secas afuera, pero a la vez mojadas, la lluvia en el calor, la lluvia en el calor, la lluvia en el calor es lo que me llevó hasta vos. Bendita Nostalgia, recuerdos de tiempos hermosos, de olores aún vívidos en cada rincón de mi cuerpo y se me estremece el pecho cuando todo esto empieza a suceder y empieza lo que viene muchas veces con la Nostalgia que es el extrañar. Y es entre extrañar y volver a sentir con placer. Casi involuntariamente se me cierran los ojos y estoy allá, en La Caleta, en la planta alta donde estaba la pieza, pero donde pasé mi primer verano. Mi primer contacto con vivir adentro de un mini centro de la Tierra. Cómo no lo voy a amar, el útero que me cobijó unos pocos más de nueve meses para darme parto, al invierno siguiente. Y estoy en ese sillón, rodeada de lanas, de tejidos, de computadora, de celular, de mate con yuyos, de olor a adobe, a pasto, a tierra de ahí. Estoy rodeada de Aries, debe ser por eso que también te recordé hoy. Se viene la Luna Llena. Y era verano y vos laburando y yo feliz de la soledad. Ese Aries Libra equilibrado. Estas pero lejos, estas pero yo me gusto sola, también me gustas lejos. Porque amaba que no esté. A veces amamos que el otro esté pero no esté. Y entonces estaba en el sillón, las ventanas caseras no cerraban del todo bien, pero como hacía calor no había necesidad de cerrarlas. Todo era barro, madera, botellas y empeño humano, deseo ariano con Luna en Cáncer de tener el hogar, a mí manera, intempestivamente, sin parar como a mí me gusta. Y recién hoy puedo ver cuán bendecida fui de vivir un año y piquito ahí. Se olía tierra, se vivía con los pies en la tierra, dentro de la tierra, tierra everywhere. Para ir a hacer pis, tenías que tocar tierra. Volver a tocar el instinto más interno, la precariedad elegida en post de la libertad. Tremenda disyuntiva en la búsqueda del equilibrio. Pero qué placer. Esa imagen. Saber, solo saber que ahí no más a seis cuadras rugía el mar. Que si querías más espectáculo solo tenías que subirte al auto y animarte. O tan solo mojarte. Pero igual ya con la ventana, con el olor, con la energía todo estaba sucediendo. En la cueva, una hermosa cueva de la cual todos en algún momento tenemos que salir. No tengo el Mar a seis cuadras hoy, pero por suerte escucho la lluvia igual que si estuviera allá, el piso hace crack cada vez que camino descalza siento la madera, me traslado. Le doy la bienvenida a la nostalgia, a saber que cuando lo necesite siempre lo puedo volver a buscar, una vez conocidas las sensaciones que nos sanan, que nos revitalizan, el Universo las pone en todos lados para que nunca las dejemos de encontrar.

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