jueves, 25 de febrero de 2016

Revoque Fino o el Arte de Terminar.

Detalles. Cerrar las grietas más pequeñas que aparezcan, entrar en la minuciosidad del peligro de la perfección. Mirar más de cerca, pasando los ojos casi en cámara lenta por la superficie. Deslizar la mano como acariciando la pared, para ya sentir y no ver tanto cuánto le falta para estar terminada. Temperatura, textura, polvo, liso, rugoso. Revocar, rellenar, unir, fusionar, alisar: empezar a terminar.

Mirar de lejos, mirar de cerca, ir y venir en el constante cierre de imperfecciones. Y entonces la perfección sale a luz y ¿qué es la perfección? ¿cuándo se alcanza? ¿es sano buscarla o es sano redefinirla? ¿la imperfección es la perfección? No sucumbir ante ese fantasma ansioso que nos hace creer que debemos llegar a ella. Como si el ser humano (el ser) estuviera en algún punto destinado a vencer esa barrera, descubrir esa alta paradoja: la vida misma. 

Así como en lo físico pasamos por etapas de desarrollo, en lo espiritual y experimental creo que también. Convertirse en un ancestro y conectar desde lo profundo de la necesidad de supervivencia con la sabiduría nos trae revelaciones altamente puras, desprovistas de muchísimas experiencias previas, porque son nuevas. Porque jugamos (y no) a no saber, jugamos de verdad a experimentar, a ser valientes y crear nuestra propia mezcla, nuestro propio “barrito”, nuestro propio modo. Claro que antes de animarnos, escuchamos a los sabios que ya lo hicieron antes, los sentimos muy cerca, los vibramos, desde todos los ángulos para trascenderlos y evolucionar. Y siempre se agradece lo anterior, porque siempre estuvo en nosotros desde un primer momento. Y al recordar sucede la magia, lo maravilloso, ¿lo perfecto?

Zambullirse en el mar de sensaciones que produce querer llegar a la nueva definición de perfección. La primera mano es desprolija, las primeras veces somos desprolijos. Y de a poco,una vez puesta la mezcla, esa nueva, esa que no sabemos de qué color va a quedar (pero ese es otro aprendizaje), no sabemos cuánto va a tardar en secar… Y luego de amasar el barro, comienza a pasarse una espátula que une, que alisa, que emprolija, que sin querer nos va llevando a ese lugar que queremos llegar. Y en el camino novedad de vuelta: ¿con qué alisamos los tramos? ¿cómo llegamos a la perfección más rápido? Porque también eso es parte de esa bendita ansiedad, olvidarnos del resto por el objetivo perfecto. ¿Hay objetivo perfecto y único? ¿Hay equilibrio si seguimos un objetivo perfecto y único? Entonces vuelve el aprendizaje de la imperfección en la perfección, el tiempo necesario para llegar. 

¿Cuánto tiempo?

No hay tiempo.

Otro gran descubrimiento, el tiempo es terminar. Pero no es “terminar en tres, cinco o siete días; es, con todo lo aprendido anteriormente, llegar al lugar, cerrar las grietas, seguir uniendo. A la vez, cuando no está seco, no está seco, no se puede seguir. Hay que esperar. Porque si seguimos haciendo cuando el barro dice que hay que esperar, el barro se salta, se sale, se levanta: habla.

Entonces ese es un buen momento para sentarse a tomar un mate y contemplar, cuánto aprendizaje puede haber en un simple y amoroso revoque fino de una casa de adobe hecha con tu propias manos.